Ideas

Lo que debemos al futuro

Mis hijos me recriminaron hace semanas el uso de artículos desechables con argumentos sobre el efecto nocivo de los microplásticos en el ambiente. Las razones de peso en sus argumentos son tan sólidas que producen una suerte de angustia sobre el futuro del planeta. 

Quizá intuitivamente por tratar de buscar visiones más optimistas llegó a mis manos la obra “Lo que debemos al futuro”, una reflexión que cambia totalmente la forma de ver la historia de la humanidad, obra del joven pensador William MacAskill, quién es una figura en ascenso en la reflexión moral. 

El texto no se trata de un planteamiento evolutivo como el de De Animales A dioses de Yuval Noha Harari, sino una perspectiva del largo plazo en su sentido más profundo. Los argumentos que utiliza MacAskill parten de la premisa de que la especie humana habrá de vivir un millón de años, tal y como lo hacen la mayoría de los animales a los que nos parecemos, para llegar a la conclusión de que estamos en las etapas iniciales de la historia de la humanidad, que somos, para decirlo en sus palabras, los antiguos. Confieso que al principio me desconcertó y traté de volver después sobre el argumento principal: La visión de largo plazo en la humanidad que plantea la cuestión de qué deberíamos hacer para proteger a las generaciones futuras.

Tendemos a pensar que lo único que importa es lo que nos suceda a nosotros, a nuestra generación y sus descendientes inmediatos, y dejamos de ver que el futuro de la gente dentro de decenios o siglos realmente importa. 

Dicho de otra forma, que tenemos la responsabilidad de hacer mucho más por ellos. La obra nos llama a contemplar nuestra responsabilidad moral para con las generaciones futuras, dejando claro que no se trata de dejar el planeta habitable para unos pocos rezagados que quedan por venir. En realidad, es una oportunidad de influir en el destino de casi todos los seres humanos del futuro.

La obra es en realidad una llamada a la acción, no centrada en el repetido compromiso de dejar de comer carne o renunciar a los plásticos de un sólo uso, sino enfocado a la captación de recursos que potencialicen actividades que impacten en el largo plazo. Ese “largoplacismo” se puede resumir en la idea de que “influir positivamente en el futuro a largo plazo es una prioridad moral clave de nuestro tiempo”.

También resultan apasionantes las reflexiones derivadas de que hay otra forma de abordar esa especie de angustia acumulativa que produce el enterarse del calentamiento global, de la mutación de las especies y de los peligros que se ciernen sobre la vida en el planeta. Al abordar con esa nueva perspectiva el tema se adquiere una visión más optimista y se ofrece una ruta de acción que plantea la cuestión de la responsabilidad moral y la recomposición del pensamiento respecto a los valores que nos mueven ahora y los que nos moverán en el futuro.

Aunque el libro no lo plantea exactamente así la reflexión nos lleva a plantearnos cuál debería ser la mejor forma de llevar una vida ética, o mejor aún: cuál sería el contenido de las nuevas virtudes o simplemente que debemos hacer en favor de otros que aun no nacen.  Y hacerlo desde la perspectiva de la concepción flexible de los valores como resultado del consenso social. Así como la esclavitud no era inevitable y se justificó durante siglos, las normas que rigen nuestra vida ahora pueden y deben ser cuestionadas en su rigor moral, mediante una amplia discusión alejada de la verdad única, para establecer valores respecto a la realidad de este mundo que se agita entre la alegría de vivir y el riesgo del daño permanente.

La obra plantea un argumento poderoso a favor de la libertad de expresión y la diversidad de puntos de vista: el avance moral no surge de los líderes de la sociedad que perseguían los valores establecidos como correctos, sino de un clima en el que puedan florecer múltiples visiones del mundo, a menudo contradictorias.

“Lo que debemos al futuro” nos plantea una perspectiva para vivir  una vida menos cargada de culpabilidad por las acciones que dañan el ambiente y convertir nuestra conducta más eficaz para ayudar realmente a la humanidad. Una vida de la que disfrutes de verdad y en la que te tomes ese disfrute lo suficientemente en serio como para querer lo mismo para los miles de millones de seres humanos venideros. Mis hijos tienen la razón y dejaré de usar los plásticos de un solo uso, pero ahora lo haré con una visión más optimista y comprometida gracias al joven MacAskill que enseña en Harvard esta nueva perspectiva moral.
 

Síguenos en

Temas

Sigue navegando