Ideas

Lo cultural es político: una semblanza de Raúl Padilla

Raúl Padilla López vivió su vida profesional entre dos mundos muy distantes: la política y la gestión cultural. Lo primero le dio poder local y nacional y una fama desigual. Por lo segundo ganó reconocimiento nacional e internacional. Padilla ha pasado a la historia gracias a los proyectos culturales visionarios que impulsó y cuyo impacto es valorado en diferentes latitudes.  En particular la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, un proyecto cultural que mimó, cuidó, impulsó y capitalizó al máximo, y se ha convertido en un referente de investigadores y gestores a nivel internacional.

Conocí a Raúl en marzo de 1987, justo cuando acababa de anunciar la primera edición de la FIL.  En ese momento él dirigía el Departamento de Investigación Científica y Superación Académica de la Universidad de Guadalajara (DICSA), después sería el rector general de esa casa de estudios. Llegué como asistente de Margarita Sierra quien con Maricarmen Canales eran la fuerza y el impulso de la feria junto con una decena de funcionarios universitarios, entre todos impulsábamos las ideas de Raúl.  Juntos conformamos el comité fundador de lo que con los años se convertiría en el referente de la promoción del libro en español y un proyecto cultural de impacto mundial.

Desde que empezó a planear esa primera edición, Raúl nos hablaba con entusiasmo (siempre lo hacía con todos los proyectos culturales que comenzaba y no se cansaba de hablar de ellos) de las tres columnas que deberían sostener la feria: la difusión cultural para el occidente de México, el impulso del mercado del libro entre los editores del sur y los compradores del norte, así como un espacio para la promoción y el acercamiento académico del máximo nivel para la Universidad de Guadalajara. Esos tres ejes fueron los objetivos y se convirtieron en un sello de distinción frente a las ferias de Buenos Aires, la de Minería en México, la de Fráncfort en Alemania y LIBER en  Madrid. Raúl sabía cuáles eran sus fortalezas y debilidades y por eso enfatizaba la especificidad y la personalidad que debía tener la de Guadalajara.

El tiempo, el esfuerzo y la creatividad de todas las personas que hemos trabajado para la FIL han hecho el resto.


Los claroscuros de un líder

La dualidad profesional en la que siempre se movió Raúl se puede rastrear desde su adolescencia.  Al tiempo que creó un cine-club de Arte, una revista, una librería y una incipiente feria del libro (que fue la simiente de lo que años después sería la FIL Guadalajara); dirigía la temida  Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), que posteriormente borró  para crear una organización  política conocida como la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), de donde han salido los nuevos dirigentes de la UdeG.

En la medida en que Raúl ganaba fuerza en la parte política al convertirse en el líder indiscutible de la Universidad de Guadalajara, de ser su rector y luego convertirse en   diputado, también crecía su trabajo como gestor cultural.

De la mano del prestigioso investigador de cine Emilio García-Riera creó la Muestra de Cine Mexicano (1986) que se convirtió en el Festival de Cine de Guadalajara.  Creó el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, hoy Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, asociado a 12 empresas e instituciones públicas. Impulsó, junto a los escritores Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara.

Después vendrían festivales creativos como Papirolas y la Calle 2, la Feria de la Música y su ambicioso proyecto de crear un espacio cultural que aglutinara todas las bellas artes. Comenzó salvando el emblemático teatro Diana, que se dedicó a expresiones populares. Luego llegó la construcción de un Auditorio para grandes conciertos, la Biblioteca del Estado “Juan José Arreola”, la Cineteca “Guillermo del Toro”, el Centro de Artes Escénicas, la librería “Carlos Fuentes” y dejó avanzado el Museo de Ciencias Ambientales, un ambicioso proyecto interrumpido por diferencias políticas con el actual gobernador del Estado de Jalisco.


Mirada con perspectiva, fidelidad sin fisuras

Raúl siempre fue un visionario y lo controlaba todo. Los que dirigíamos los proyectos teníamos el margen y el espacio para crecer e impulsar lo que estábamos trabajando; eso sí, lo único que exigía era que le informáramos de todos los detalles. Su capacidad de recordar hasta el mínimo detalle nos impedía brincarnos procesos.

De todos los proyectos que impulsó algunos tuvieron más éxito que otros, pero eso no lo paraba, ni tampoco las crisis económicas del país. Sus habilidades como negociador político le permitieron conseguir fondos para casi todos los proyectos, sobre todo para los que tenían menos posibilidades de sobrevivir. Los mantenía contra viento y marea y la lealtad exigida a los líderes de los proyectos era innegociable. La FIL Guadalajara ha sido exitosa y autosuficiente al grado que durante muchos años le entregó ganancias a la universidad, y fue la plataforma que más puertas le abrió para otros proyectos. Conforme la feria crecía en calidad y cantidad, más propuestas surgían y más ideas y proyectos se acumulaban en su cabeza y en la propia universidad.

Raúl siempre fue juzgado por su papel en la política local y por el control férreo que ejercía sobre la universidad. Los enemigos políticos se acumularon con los años. Del otro lado de la moneda, su trabajo como promotor cultural le brindó halagos y reconocimientos.  

En los últimos veinte años recibió en España el Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades 2020, la Orden de Rio Branco 2022 en Brasil, la condecoración como Caballero de la Legión de Honor del Gobierno de Francia, la Cruz de Saint Jordi de la Generalitat de Cataluña, el reconocimiento del Ayuntamiento de Guadalajara y el Congreso de Jalisco como promotor cultural; la condecoración Isabel la Católica otorgada por Juan Carlos I, el nombramiento como patrono de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes; entre otros premios, distinciones y homenajes.

Sin duda su legado representado en todos estos proyectos culturales fue posible gracias a todas las mujeres y hombres, con nombre y apellido, que han trabajado para sumar, mejorar y crecer. Gracias a su visionario empeño y al trabajo colectivo de decenas y decenas de trabajadores y al respaldo de toda la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla López deja como herencia a todos los ciudadanos una infraestructura cultural monumental y unos proyectos que nos toca cuidar entre todos. El patrimonio creado ya es nuestro y de nosotros depende que sigan y se mantengan para que tanto nuestra universidad como los jaliscienses sigamos sintiéndonos orgullosos de ser los anfitriones de las mejores citas culturales y literarias.

Difícil saber lo que hará el tiempo con la imagen del político Raúl Padilla, pero su legado cultural es incuestionable. Parafraseando al pensador italiano Nuccio Ordine, Raúl entendió como pocos: “La utilidad de lo inútil”. La aparente inutilidad de la cultura se convirtió en sus manos en un trampolín desde el que se construyó su legado. Lo que se sigue es que la Universidad de Guadalajara siga tutelando y ampliando el proyecto cultural que nació de la ambición y del poder que siempre habitó a Raúl, por el que hemos trabajado cientos de profesionales y que ha beneficiado a millones de personas.

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