Ideas

Llegaron para quedarse

Hacen la crónica de la debacle patria. El México que, desde donde lo miran, se despeña sin freno; cada metro hacia el abismo parece único, el primero, coyunturas negativas de toda laya, engarzadas, son fuerza de gravedad ineluctable. Para esas y esos cronistas, analistas, arriba quedan, empequeñecidos mientras la patria cae, la república, la democracia, el imperio de la ley con los derechos y libertades.

Hacen historia con hache minúscula con el método de contrastar el pasado que es Historia calada, con los sucesos cotidianos que ellas y ellos, sin empacho, definen “históricos” porque los equiparan a otros similares ya registrados. Su sistema ayuda a la manera de un periscopio: del marasmo intricado, sofocante que es el ahora, los libera mirar por encima, pero hacia atrás, y comparar. De este modo intentan predecir lo que nos aguarda a la vuelta de tanto desfiguro jurídico, político, ético que anotan en la historia que construyen: el descoyuntamiento de la nación democrática que sobrevendrá de la mano de la ignorancia perversa y codiciosa que como muchas veces antes, hoy gobierna.

Al fondo de las tareas de este darse a la crónica que analiza o a historiar, yace lo que al parecer es premio codiciado, exclamar esgrimiendo textos, artículos, podcasts: se los dije. Parafraseando el proverbio chino: publica augurios y siéntate a ver pasar el cadáver del país.

En la otra vertiente, donde no se percibe ninguna debacle, donde pregonan que apoyada por una mayoría legislativa estridente la presidenta gobierna con sapiencia y justicia, no hay crónicas de lo cotidiano que apunten al porvenir que están construyendo, sólo refutan a los críticos del desastre, pero no delinean detalladamente el futuro luminoso, de justicia plena, pacífico y próspero al que llevará lo que el grupo gobernante hace con la Constitución, con su dejar correr y crecer la violencia, con su amparar delincuentes, deshacer las instituciones que nos dimos en democracia, su militarizar al país o diseñar un Poder Judicial desguanzado. No contraponen a las y los pronosticadores del mal narraciones que recen, por ejemplo: cancelar la posibilidad de refutar cualquier modificación constitucional, dar todo el poder a la mayoría sorda que puede cambiar la Constitución se hizo para que ciudadanas y ciudadanos, agentes económicos, estudiantes, campesinos, migrantes, las mujeres, el medio ambiente, los científicos… ¿qué? Como sí hacen sus adversarios al describir con nitidez las consecuencias de lo que el segundo piso de paja de la cuarta transformación está obrando.

Cuando los oficialistas apelan a la Historia lo hacen desde juicios sumarios. Miran de soslayo al pasado, sólo por necesidades retóricas o si las dificultades del presente los impelen a afirmar que estamos frente a lo nunca hecho, lo mejor de lo mejor, como si esta profesión de fe fuera lo que las personas necesitaran para elevar su calidad de vida. Crean próceres de ocasión pues se mantienen anclados en la noción de que la Historia la escriben los vencedores y lo que de ella se puede conocer está en el libro de texto gratuito que el Estado entrega en cuarto de primaria. Para ellos la historia no es un continuo, es una carrera de arrancones cuyo punto de salida fue el Gobierno de López Obrador; antes de él hubo una especie de edad media, con destellos fugaces que anunciaban el advenimiento del sujeto histórico por excelencia. Al fondo de las tareas de darse a defender a brazo partido los empeños del lópezobradorismo, yace el corazón palpitante de su fin ético y político: lo que hacen y dicen es bueno porque lo hacen y lo dicen ellas y ellos.

Lo que hemos estado practicado como deporte nacional es elegir alguno de los dos grupos de narraciones. Uno, compuesto por quienes con más o menos rigor hacen el recuento -crónica, análisis o historia- del periodo en el que estamos; con referencias, conocimiento que evidencian al argumentar, se muestran propensos a dialogar y ven el panorama sombrío, sólo que, tienen una carencia: no hay un colectivo político en el Congreso o en los partidos de oposición que legítimamente pueda valerse de sus narraciones. El otro grupo, el de aquellos que relatan desde la agresión verbal, con la voluntad por volver verdades, falsedades o mentiras plenas a dieta de repetirlas, y de entre ellos quienes tienen un acervo intelectual lo emplean para justificar y justificarse sin, insisto, atreverse a decir porqué lo que celebran es bueno, se conforman con examinar los momentáneos efectos legales y políticos de quienes detentan el poder, sin asomarse al porvenir autoritario, antidemocrático que contribuyen a cimentar.

Estas narraciones si tienen un colectivo político vigente que las sustenta.

Si nos basamos en los resultados electorales, las reseñas que gozan de más popularidad son las segundas y por lo mismo, su popularidad, disfrutan de impunidad: quienes se ponen de su lado no creen indispensable revisar lo que les dicen y se torna patente de corso para la presidenta y sus legisladores; una de sus manifestaciones más acabadas es lo que han dado por mal llamar: “supremacía constitucional”, en realidad es remedo de la “infalibilidad papal”.

La exploración cuidadosa y desapasionada de la actualidad de México basta para entender que dentro de no mucho una de las facciones podrá ufanarse, estérilmente: se los dijimos. Por lo que para que la otra pueda sostener la valoración moral de sus acciones, buenas porque son de ella, es imperativo que no suelte el poder, si lo perdiera la realidad la despedazaría a mordidas. Lo sabe y por eso la trama legal y de control político, compartido con las fuerzas armadas, algunas asociaciones criminales y ciertos empresarios, son sus prioridades, de ahí que la presidenta Sheinbaum no pueda prescindir de las “mañaneras del pueblo”, dejaría las mentiras, las falsedades y a los enemigos imaginarios que pergeña, en su miserable condición histórica, el tinglado se derrumbaría.

agustino20@gmail.com

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