Línea Tres, ¿qué aprendimos?
A un año de su inauguración y puesta en operación, la Línea 3 aún no ha sido entregada completamente por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Falta un montón de detalles, como el buen funcionamiento de escaleras eléctricas o algunas filtraciones de agua y la reparación de los daños colaterales, esto es, todos los edificios dañados por la construcción de esta línea de tren eléctrico. A diferencia de lo que sucedió con la Línea 12 del metro de la Ciudad de México, la 3 de Guadalajara no presenta ningún problema de diseño ni vicios ocultos en su construcción, de acuerdo con los peritajes hasta ahora realizados. Salvo el problema de los neoprenos o amortiguadores de columna que fueron reemplazados, todo parece estar en orden en la construcción. El que esté funcionando no quiere decir que esté terminada y menos debamos olvidarnos de lo que pasó en el camino.
Si en la construcción nos deben detalles, en la información financiera nos deben muchísimo. Los 21.5 kilómetros de este tren que atraviesa la ciudad en diagonal costaron el doble de lo presupuestado y el número de pasajeros estimados está a la mitad de lo previsto. Más de mil 580 millones de pesos, 80 millones de dólares, por kilómetro lo coloca en la parte alta de la tabla de los más caros del mundo (el de San Juan de Puerto Rico, por ejemplo, costó casi 87 MDD por kilómetro; el de Madrid 40). El discurso soterrado es que más allá de los costos debemos estar contentos pues la obra “nos la regaló” el gobierno federal.
Los 21.5 kilómetros de este tren que atraviesa la ciudad en diagonal costaron el doble de lo presupuestado y el número de pasajeros estimados está a la mitad de lo previsto
Lo que no tiene remedio son los aforos. En la batalla política entre BRT o Tren Ligero se inflaron las estimaciones para que la Línea Tres cumpliera con los requisitos de inversión. Qué bueno que tenemos un transporte de alta calidad, pero no le pidamos resultados imposibles: mantener el tren nos va a costar más de lo prometido porque sus ingresos serán por debajo de los estimados. El riesgo no es menor. La tentación a reducir el gasto en mantenimiento y usar el dinero en obras nuevas, siempre urgentes y necesarias, es mayor, con la consecuencias que ya conocidas en el Metro de Ciudad de México.
Si algo hemos de aprender de la Línea Tres del tren eléctrico de Guadalajara es la manera de gestionar la obra pública. Hay peores, es cierto -ahí están el tren México-Toluca, el hermano mayor cuyo resultado es desastroso, o la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México que llegó a lo catastrófico- pero la forma de decidir, de licitar, ejecutar y gestionar la información de la obra es un catálogo de lo que no hay que hacer.
diego.petersen@informador.com.mx