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Línea 3: opacidad de principio a fin

Sin duda el próximo 12 de septiembre que venga el Presidente Andrés Manuel López Obrador a inaugurar la Línea 3 del Tren Ligero será histórico, por tratarse de la obra de infraestructura más cara de la historia de Jalisco y que cambiará para siempre y para bien la movilidad de los tapatíos. Un proyecto que a pesar de los pesares en su accidentada y maloliente construcción y recepción será de indiscutible trascendencia para la ciudad por el impacto positivo en la calidad de vida de quienes habitamos el Área Metropolitana de Guadalajara y, si se quiere, lo que puede significar para regenerar el desarrollo urbano de su entorno.

Por lo pronto, el recorrido que hicieron ayer el gobernador Enrique Alfaro y sus invitados, entre los que figuraban los ex gobernadores Emilio González Márquez y Jorge Aristóteles Sandoval, dio mucho de que hablar. Y no era para menos. 

El panista tuvo fuertes enfrentamientos como gobernador con los alcaldes priistas que encabezaba Aristóteles por el tema del transporte público. Mientras de la Casa Jalisco insistían en que una segunda línea de Macrobús era la mejor opción para que pasara por el Centro, los cuatro alcaldes priistas hacían un frente común para oponerse a ese plan y apostar por la Línea 3 del Tren Ligero. Esa pugna alcanzó su punto más álgido en los hangares del aeropuerto tapatío, con tequilas de por medio, cuando se perdió un financiamiento federal por casi mil millones de pesos para la línea dos del Macrobús, que hizo terminar a González Márquez visitando a deshoras al líder del grupo UdeG, Raúl Padilla, con quien traía también pleito casado por el presupuesto para la casa de estudios.

Aristóteles (quien empezó a gestionar la L3 con el gobierno federal desde que era alcalde electo de Guadalajara en 2009, y en particular con el entonces poderoso diputado federal y hoy emproblemado Luis Videgaray, cercanísimo al que sería el candidato presidencial Enrique Peña Nieto), olvidó las críticas que se le hicieron siempre por haber dejado hacer y deshacer a su antojo al gobierno federal con la obra, y ayer se dijo feliz y agradeció vía Twitter el generoso gesto de Alfaro (quien dos semanas antes de asumir como gobernador reprochó también públicamente al todavía Presidente Peña los defectos en los neoprenos de la L3) de presentarlo como el impulsor de esa nueva línea de transporte masivo.    

Ayer fue día, pues, de regocijo y nada se dijo de los influyentismos, los moches y la opacidad en la licitación de los proyectos y su realización, que provocó que la Línea 3 hubiera pasado de 17 mil millones de pesos inicialmente presupuestados a más de 34 mil millones, y a construirse en seis años y no en los tres proyectados, con todo el costo y sufrimiento que eso provocó a miles de familias y sus negocios. Por supuesto, esas tropelías no deben quedar impunes. Como tampoco se puede clasificar como reservada por cinco años la información del contrato por 88 millones de pesos que pagó el gobierno estatal a la empresa española Senermex para que lo asesorara en la recepción de la obra, bajo el argumento de que puede ser utilizada para un ataque terrorista. Si el Instituto de Transparencia no obliga a abrir esa información con una versión pública la L3 empezará a circular por Zapopan, Guadalajara y Tlaquepaque luego de una historia de opacidad de principio a fin.

jbarrera4r@gmail.com
 

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