Libros tontos
Los supuestos pasajes ideologizantes de los nuevos libros de texto de la SEP se encuentran sobre todo en los ejemplares dirigidos al maestro. Esta idea la intuí tras varias notas alarmistas que criticaban el contenido y citaban el libro docente. Lo confirmé cuando el gobernador Enrique Alfaro comentó que justo ahí encontraron estos pasajes.
Para comprobarlo por mí mismo, en la semana leí “Un libro sin recetas para la maestra y el maestro” de quinto y sexto de primaria. Fueron 96 páginas de puro rock and roll y les adelanto algo: ni me volví comunista ni cuatrotetista ni moreno ni cambió mi idea de México.
Tras una breve Presentación, el libro aborda las tres grandes transformaciones en la historia de México: la Independencia, la Reforma y la Revolución. Supuse que iba directito a explicar la cuarta transformación, pero no llegó a ese punto. Sólo plantea la idea de que hay un reto después de esas tres transformaciones.
En la segunda parte, el libro reflexiona sobre la interculturalidad y la pedagogía decolonial. Esta última es un enfoque para subvertir las estructuras de poder que prevalecen y perpetúan la dominación y opresión de las clases marginadas. Y termina con técnicas para la evaluación formativa y estrategias de aprendizaje.
Pero regreso a la Presentación. Los primeros párrafos son una invitación abierta a que el maestro y la maestra se asuman como un sujeto político. Una cita de Paulo Freire se lo plantea así: “La educación es un acto político para la transformación de la realidad”. Y subraya: esto significa “que como profesor debo tener claras mis opciones políticas, mis sueños. Porque, al final, ¿qué es lo que me mueve y me alienta como profesor”.
En seguida se le presenta al maestro esta conclusión: “Si se acepta la premisa de que todo actuar es un acto político, por lo que no se puede separar de la vida cotidiana, entonces puede pensarse que las decisiones que la maestra o el maestro toma, desde su práctica docente o directiva, representan posicionamientos concretos frente al fenómeno educativo en su conjunto”.
La otra parte que llamó mi atención es la “paliza” que le pone al “partido de Estado” -así se refiere al PRI sin llamarlo por su nombre-. Describe la segunda mitad del siglo XX en México como autoritaria, antidemocrática y represiva. Critica la pérdida de libertades políticas, la falta de libertad sindical y el abandono de los sectores marginados. Nada que no sea verdad. Si yo fuera priista sí respingaría, pero al final ellos dieron su versión edulcorada durante más de 70 años en esos mismos libros de la SEP.
Ahora, ¿qué concluyo? No creo que sea un libro ideologizante, no más que cualquier otro libro de historia que asume una postura, en este caso marcadamente contra la desigualdad y las estructuras de poder que la auspician.
Su principal vacío es que omite explayarse sobre el México actual: el de la violencia homicida y feminicida, los desaparecidos, el narcopoder, la corrupción y degradación ambiental. Ninguna mención frontal a la crisis de derechos humanos actual. Ese México no existe y, por tanto, hay una ausencia de autocrítica. Eso sí me parece un problema.
Sobre la invitación a los maestros y maestras para convertirse en sujetos políticos me parece atinado, pero ocioso. Si hay un sujeto politizado, consciente de sus derechos, clave en el equilibrio democrático del país y un sector que ha puesto y quitado Presidentes, esos son los maestros y maestras de México. Dudo que una cita de Freire los vaya a convertir en morenistas o rojillos.
En todo caso, el sesgo ideológico no está en lo que muestran los libros sino en lo que ocultan.
jonathan.lomeli@informador.com.mx