Ley mordaza
En pleno siglo XXI, parecería que retrocedimos en el tiempo y nos encontramos de regreso en el Porfiriato, e incluso antes de este. Lo que tantas veces se negó en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador ha terminado por hacerse evidente con los múltiples despidos de periodistas, columnistas, analistas políticos y caricaturistas en las últimas semanas. De ahí que no resulte descabellado hablar de la ‘ley mordaza’ que se está imponiendo en el México de la Cuarta Transformación, que tan solo bajo la égida lopezobradorista registró 47 periodistas asesinados, muertes que, de acuerdo con Artículo 19, están relacionadas con su labor informativa.
Las voces que no son afines a la Cuarta Transformación las han ido apagando; se han esfumado de los medios de comunicación que, presumiblemente, reciben “apoyos gubernamentales” y son susceptibles de recibir instrucciones de quién sí puede seguir publicando o saliendo al aire y quién no.
Aquí algunos ejemplos de quienes han tenido que separarse de las empresas para las que colaboraban: Denise Dresser, Luis de la Calle, Pablo Majluf y Jorge Castañeda perdieron sus espacios en La Hora de Opinar en Televisa. En Excélsior dejaron de escribir María Amparo Casar, Fernando Belaunzarán y Federico Döring. Más nombres: a Lilly Téllez, la senadora, le fue retirado el espacio en Radio Fórmula, y Azucena Uresti fue expulsada de Milenio, solo por mencionar los más recientes.
El caso del periodista Ciro Gómez Leyva merece mención aparte por haber sobrevivido a un atentado que sufrió en diciembre de 2022, cuando le dispararon directo a la cabeza.
The Washington Post consignó lo ocurrido aquel lunes 15 de diciembre. Carlos Loret de Mola escribió: “El atentado contra Ciro Gómez Leyva y la corresponsabilidad de AMLO.”
“En un México ya acostumbrado a la violencia y los ataques recurrentes a la libertad de expresión, se ha cruzado un nuevo límite: el jueves 15 por la noche quisieron matar a Ciro Gómez Leyva, uno de los periodistas críticos más prominentes del país. Se salvó gracias al blindaje de su camioneta. No fue un intento de robo o secuestro: fue un atentado, y así lo aceptaron las autoridades.
El periodista dijo que no tiene enemigos personales, no tiene ningún conflicto que pudiera motivar el ataque y no había recibido amenazas. Así que lo quisieron matar por su trabajo periodístico, pero no queda claro exactamente por qué: ¿Fue por sus opiniones críticas al gobierno? ¿Fueron narcotraficantes por alguna información que difundió o algún otro criminal?
Su caso no es más grave que el de muchos otros periodistas que han sido amenazados, atacados y asesinados en el país, pero la fama e influencia de Ciro lo vuelve más visible y, en ese sentido, impacta más y renueva la indignación en la sociedad”.
Esta semana, el propio Gómez Leyva anunció en su noticiero matutino que dejará Grupo Imagen. Este viernes cumplió su última entrega y se irá a vivir a España, donde podrá vivir tranquilo, sin temor a que alguien lo quiera asesinar por el simple hecho de cumplir con su labor de informar.
Otro caso que merece mención especial es el de Gustavo Macalpin, conductor en Mexicali, quien fue despedido en vivo la semana que está por concluir, luego de criticar al esposo de Marina del Pilar, gobernadora morenista de Baja California.
Por otro lado, está el caso que ahora enfrenta la polémica senadora morenista Andrea Chávez con el caricaturista Antonio Garci Nieto, contra quien procederá legalmente, por publicar “una fotografía de contenido erótico con inteligencia artificial usando una imagen parlamentaria”.
El monero negó la autoría de la imagen difundida y aprovechó para denunciar lo que él considera las acusaciones como un ataque a su libertad de expresión, alegando que se trata de una campaña orquestada para censurarlo debido a sus críticas al gobierno.
También defendió el derecho a la sátira y al humor gráfico, subrayando que el humor siempre es incorrecto y que limitarlo es censura. “Los que nos dedicamos a este oficio del humor gráfico hacemos humor, y el humor siempre es incorrecto; limitarlo es censura, no importa el pretexto que usen para justificarlo”, añadió. Para Garci, esto es otro intento de Morena de eliminar la crítica bajo la excusa de proteger la integridad de los políticos, señalando que “el populismo solo admite aduladores y cortesanos, no periodistas, y mucho menos caricaturistas”.
Pero si alguien sabe de agravios de la presidencia, de recibir toda clase de ofensas, de ser objeto de odio, de encono y desprecio, es justamente otro periodista, Carlos Loret de Mola, quien ha sido perseguido y hostigado desde el más alto poder.
De esta manera, periodistas, analistas y hasta políticos han perdido espacios en medios de comunicación en los que no necesariamente opinaban mal de la Cuarta Transformación, sino simplemente emitían opiniones que no eran de su agrado o informaban una realidad que no les era favorable.
Cabe decir que esta especie de nueva “ley mordaza” no es algo nuevo en nuestro país, aunque sí debemos remitirnos en el tiempo un par de siglos para encontrar este ejercicio de censura.
Y es que fue durante el gobierno de Manuel González cuando iniciaron algunos conflictos con la prensa, que tomaba una posición cada vez más crítica hacia el gobierno, teniendo como reacción un decreto emitido por el presidente en 1882, conocido como la Ley Mordaza. La medida establecía que cualquier periodista podía ser aprehendido, encarcelado y enjuiciado por denuncias de cualquier ciudadano. Este decreto representó uno de los peores golpes al periodismo libre en el siglo XIX; los casos de víctimas de esta ley, como Ricardo Ramírez e Ignacio Chávarri, fueron de los más conocidos en la época. Sin embargo, existió un número incalculable de escritores y de periodistas que pasaron largos años en prisión como consecuencia de este decreto presidencial.
Porfirio Díaz, aunque nunca estuvo fuera del poder, regresó oficialmente a la presidencia de la república en 1884. Una vez establecido nuevamente, la actuación de Díaz fue alejándose de los ideales liberales con los cuales había ganado gran simpatía en los círculos pensantes de la época, viéndose obligado a cooptar de manera política y económica a este sector de manera más frecuente. Sin embargo, al paso de los años, cada vez un mayor número de pensadores comenzaban a distanciarse y a criticar el régimen del presidente Díaz. La prensa fue uno de los más claros ejemplos de esta situación. Díaz comenzó a utilizar las “subvenciones”, es decir, depósitos quincenales o mensuales hacia ciertos periódicos, con el motivo de evitar que estos criticaran al régimen o debilitaran la figura del presidente Díaz. Esta práctica fue uno de los métodos de control más utilizados durante el Porfiriato. Sin embargo, al paso de los años y conforme se fue fortaleciendo el poder de Díaz, las medidas en contra de los medios de comunicación se endurecieron, obligando a muchos de ellos a cerrar sus puertas. Se calcula que a mediados de 1888 existían alrededor de 130 diarios y semanarios, mientras que a finales de 1911 solo subsistían 54.
Habrá que ver en esta nueva etapa cuántos periodistas -de los serios-, logran permanecer en sus respectivos medios.
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