Lejos de las mejores “heroicas” de la OFJ
Desde los primeros compases de la “Heroica” (Sinfonía No. 3 en Mi bemol mayor, Op. 55, de Beethoven), después del intermedio, resplandeció la diferencia, a todas luces abismal, entre la música propiamente dicha... y el simple ruido, en cualquiera de sus infinitas variantes.
La del cerrojazo al séptimo y último concierto de la Tercera Temporada de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), dirigida por su titular, José Luis Castillo, la noche del jueves en el Teatro Degollado -con sala casi llena, pese a la lluvia y el frío-, distó mucho de ser la mejor versión de la susodicha “Heroica” en la historia del ensamble.
Aunque sirvió para rescatar una velada que de otra manera habría sido un suplicio para los melómanos, la “Heroica” del jueves prodigó fortes y mezzos pero escatimó los pasajes pianos; además, tuvo excesos adicionales en los alientos metales en el primer movimiento (allegro con brio), y otros en los fagotes, más alguna notoria disonancia de un corno en el tercero (scherzo, allegro vivace).
La profusión de decibeles, lejos de disimular los errores, a veces los hace aún más notorios. Esta “Heroica” -plausible, en todo caso, por la cuidadosa lectura del segundo movimiento (la célebre Marcha Fúnebre)-, hizo añorar mejores versiones, con Guadalupe Flores, Guillermo Salvador, Héctor Guzmán, Luis Herrera de la Fuente y Marco Parisotto al frente de la OFJ. La primera parte de la velada incluyó dos obras programadas en función, a saber, del esnobismo..., o simplemente del mal gusto: “Lontano”, del compositor húngaro Gyorgy Ligeti (1923-2006), y “Fractalis”, concierto para piano y orquesta, de la mexicana Gabriela Ortiz (1964). La primera, densa, pródiga en armónicos, desprovista de una línea melódica y con la partitura del director del tamaño de un periódico, parecía cinta sonora (rubro en que su autor aportó para películas como “El Resplandor” y “Una Odisea del Espacio”, de Stanley Kubrick) de película de misterio. La segunda, a cargo de la joven pianista cubano-mexicana Ana Gabriela Fernández, intenta -según su autora- recrear el sonido de “ríos de agua cósmica” (?) o de “una máquina formada por cristales de sal” (?).
La solista tocó leyendo. Natural: debe ser casi imposible memorizar tantas notas inconexas, amontonadas para servir de música ambiental -diría Sergiu Celibidache- “para el infierno de los malos músicos”. Su breve “encore”, en cambio, excelente.
El programa, como de costumbre, se repite este domingo, a las 12:30 horas, en la misma sala.