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Lecciones de la Gran Guerra

Este mes se cumplen 110 años del inicio de la Primera Guerra Mundial, un hecho que nos recuerda la importancia de la libertad y lo fácil que es descuidarla ante gobiernos autoritarios.

Este conflicto bélico tuvo consecuencias terribles para la humanidad: en poco más de cuatro años, murieron cerca de 10 millones de personas y 20 millones más resultaron heridas. Además, se destruyó buena parte de la infraestructura industrial y de comunicaciones en Europa.

Por si esto fuera poco, las duras indemnizaciones impuestas a los vencidos generaron condiciones adversas que eventualmente resultaron en la Segunda Guerra Mundial.

La Gran Guerra

En julio de 1914, estalló el enfrentamiento armado más violento ocurrido hasta ese momento en la historia de la humanidad. La Primera Guerra Mundial fue el escenario donde se aplicaron a los conflictos bélicos, con precisión científica, los métodos de producción masiva y la tecnología de la Revolución Industrial.

Los alemanes pusieron en marcha el Plan Schlieffen, un proyecto ambicioso para ejecutar una batalla rápida, que consistía en llevar un ejército muy poderoso a Francia y vencerla en “sólo seis semanas”.

Según el plan, una vez derrotada Francia, las tropas alemanas se movilizarían al frente oriental para acabar con Rusia. Tan seguros estaban los alemanes de la guerra relámpago, que el emperador Guillermo II comentó que su ejército “estaría de regreso en casa antes de la caída de las hojas”, en el otoño.

Fracaso del Plan Schlieffen

Sin embargo, los alemanes enfrentaron el grave problema de tener dos frentes abiertos: los rusos llegaron a Prusia Oriental a fines de agosto, por lo que el Kaiser decidió transferir miembros clave desde el frente occidental para combatirlos, aun a costa de debilitar sus esfuerzos en Francia.

Sorpresivamente, en la batalla del Marne entre el 5 y el 12 de septiembre de 1914, los aliados -franceses e ingleses- replegaron a los alemanes, lo que hizo fracasar definitivamente el Plan Schlieffen, cambiando el curso de la guerra.

Lejos de ser un conflicto corto, duró más de cuatro años. Durante largos meses, los ejércitos se enfrascaron en crueles batallas para arrebatar unos cuantos metros de territorio al enemigo, a costa de miles de vidas. Esto terminó agotando a los soldados y propició la rendición alemana a fines de 1918, prácticamente por desgaste y cansancio de sus tropas.

¿Qué aprendimos?

En noviembre se cumplirán 106 años del fin de un conflicto absurdo y terrible, que evidenció la inutilidad de la guerra, la irracional pérdida de vidas que representa y los enormes retrocesos en capacidad productiva y bienestar, tanto para vencedores como para vencidos. ¿Qué nos llevó a esto? La ceguera de un puñado de supuestos “líderes” políticos.

De ahí la gran importancia de defender nuestras libertades frente al poder político, y una de ellas, de vital importancia, es la libertad económica. El comercio fortalece el empleo, la competitividad, la capacidad de contar con mejores satisfactores lo que impulsa el nivel de vida de las comunidades, con lo que al gobernante autoritario le resulta mucho más difícil justificar un conflicto armado. Como nos recuerda el reconocido economista austriaco Ludwig von Mises, el comercio es la paz.

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