Ideas

Le toca la pelota a la Nena

Uno de mis placeres culposos que más pena me da confesar, lo cometo en contra de mi salud mental, por las noches justo antes de agarrar vuelo para dormir. No lo adivinarías, pero quien bien me conoce sabe que ver documentales sobre dictadores y regímenes dictatoriales me relaja más que muchas otras cosas que están de moda como el famoso “Mindfulness”. Dicen los que saben de eso -de salud mental- que no hay que ver noticias en la noche; un tío mío leía el periódico con un día de retraso porque decía que se estresaba menos. La verdad es que a mí el morbo por estos personajes que manotean, vociferan absolutos, se guían con la brujería o tienen trato directo con algún alto prelado, hacen discursos impecables, mueven masas que hasta parece que es fácil, se retratan impecables, prohíben, censuran, premian como nadie, me fascina, literalmente. Aunque defiendan ciertas ideas, no tienen una preferencia política clara, van de izquierdas a derechas como gustan, y sirven en todo caso (además de a su amado pueblo) a su sed de poder que es, obviamente, insaciable. En el camino hacia su propio ascenso, pactan y luego traicionan por deporte; no estarían ahí en la punta del poder si no se hubieran apoyado en la mano de todos los que los ayudaron a subir y que luego, ya cuando sus facultades fuesen bien medidas, lo siguiente es pisotearles la misma mano, desterrarlos o cortarles la cabeza. Se van quedando solos, pero no lo están. Guardan algún as bajo la manga casi siempre con la intención de que sigan su legado, mismo que es imposible de igualar. A estos todopoderosos no les importa personalmente quién venga después de ellos, les importa que el poder no se pierda y para ello, es que escogen desde la razón y no desde el corazón. Sorprendería ver la cantidad de ineptos que vinieron después de estos líderes, pero para muestra, eche ojo a los que hablan de continuidad. En realidad, este es el fundamento de Machiavelli: tomar el poder y luego retenerlo lo más posible.

Para ser precisa, me entran temporadas (volviendo a los métodos de relajación no muy saludables) en las que quisiera saberlo todo sobre la vida personal y pública de estos jefes autoritarios, de los que nadie se atreve a decirles que no. Algunas veces, me parece que se comportan como niños que crecieron o fueron criados de manera muy particular. Para ser franca, a estos y estas tiranas las conocemos todos: son los hijos manipuladores que se mueven con una maestría ejemplar por las distintas capas de emociones de sus padres y les hacen obtener (casi siempre) todo lo que quieren. Esta es francamente una generación a la que hacemos daño todos los días diciéndoles que todo lo pueden, todo lo merecen, todo debería ser suyo con sólo desearlo.

Quizá Maduro haya sido de estos niños, de esos a los que cuando por fin les pasan la pelota, sienten que de verdad se la merecían y ahora que la tienen, usan a sus nuevos amigos a quienes antes temían, para ejercer toda la violencia con que antes operaban para el fallecido Hugo Chávez. La lealtad al régimen y no necesariamente a Maduro es lo que tiene, por ejemplo, a Diosdado Cabello operando todavía en la cima dejando que la sangre corra. Quizá el poder lo tienen ellos, los que operan y de quienes no he buscado ningún documental todavía. No sé qué va a pasar en Venezuela; ha sido una semana llena de incertidumbre internacional, buenas y regulares maneras diplomáticas y, por supuesto, una desazón dentro del país enorme.

Es tiempo -en mi opinión- que Maduro y sus compinches dejen ya de jugar entre ellos con la pelota. Venga, nene, se acabó la fiesta, pasa la pelota a María Corina. Toca a ella demostrar que se la ganó. Luego, la historia también la juzgará.

argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina

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