Las palabras sí importan
Consulto el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Leo. Revocar: Dejar sin efecto una concesión, un mandato o una resolución.
Ratificar: Aprobar o confirmar actos, palabras o escritos dándolos por valederos y ciertos.
No me costó trabajo entender la diferencia entre una y otra palabra, pero caigo en cuenta que la trampa puede estar en otro lado: estoy consultando un diccionario hecho en España y monarquista; eso de Real no tiene nada que ver con la realidad sino con la realeza. Corro entonces en busca de otro diccionario, algo más nuestro, más, cómo diríamos, menos colonialista: el Diccionario del Español de México. Leo.
Revocar: Dejar sin efecto o anular una decisión, un permiso, una licencia.
Ratificar: Confirmar, dar por válido o verdadero algo que ya se había afirmado antes.
En esencia dicen lo mismo, aunque por supuesto prefiero el lenguaje directo y sencillo del Diccionario del Español de México, donde además me entero que ambos verbos se conjugan como el verbo amar. Eso me aliviana el alma, pero no me saca de la duda fundamental. ¿Cómo se puede confundir el verbo ratificar con el verbo revocar?
La campaña de recolección de firmas que ha emprendido Morena es para que “inicie el proceso de ratificación”, un proceso que no existe, pues lo único que contempla la Constitución es el de revocación de mandato por pérdida de confianza. De hecho, la pregunta que se hará en las urnas, en caso de aprobarse la realización de un proceso revocatorio es: ¿Estás de acuerdo en que Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de confianza o que siga en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo?
Más allá del engaño, que el presidente caiga bien o mal, nos guste o disguste, lo cierto es que no existen causales para la pérdida de confianza. Nadie, salvo los morenistas, está hablando de ratificación, pues el poder presidencial es por seis años y no necesita la ratificación de nadie, ni del pueblo ni de las élites, ni del INE, ni de los diputados. La pregunta entones es si son jurídicamente válidas las firmas solicitadas para una cosa y usadas para otra.
Un proceso revocatorio es algo demasiado serio. Tan delicada es una elección para otorgar el poder presidencial como una para revocar ese mandato y, por lo mismo, no se puede hacer ni con menos casillas, ni con menos sistemas de seguridad en las boletas, ni con menos dinero de lo que cuesta, ni por capricho. Si Morena quiere hacer un proceso propagandístico para ratificar el apoyo al presidente con consultas patito, como lo han hecho algunos alcaldes, que lo hagan, pero sin engaños, sin desgastar al INE y sin gastar el dinero de todos en una consulta inútil.
Si la duda persiste, consulte el diccionario. Las palabras sí importan.
diego.petersen@informador.com.mx