Ideas

Las falsas víctimas

Ni Enrique Alfaro ni Claudia Sheinbaum ni Olga Sánchez Cordero ni Javier Jiménez Espriú ni David Alexir Ledesma, el nuevo subdirector de Conacyt, son víctimas de nada. Traigo a colación a Alfaro porque tiene esa inclinación, no porque esté en una coyuntura de victimización. Vamos a decirlo con claridad para interiorizarlo: el poder nunca es víctima y el gobernante no es discriminado.

Miren, la autoridad puede ser blanco de burlas, de críticas, de organizaciones que ponen en la agenda otro punto de vista, de partidos opositores que dicen mentiras, de partidos opositores que griten verdades, pero eso no debe ser considerado como discriminación y jamás debe edificarse un discurso de víctima alrededor de eso.

¿Por qué? Porque cambia la lógica de la relación entre los ciudadanos y el poder. Porque afecta la libertad y porque abre la puerta a un camino de intocabilidad que conduce derechito al autoritarismo.

Pase lo que pase. No importa si el Presidente conservador es acusado de alcohólico o si el Mandatario bien peinado pierde su matrimonio por culpa de la prensa.  No importa si la oposición está jugando con medias verdades o de plano construyendo una realidad paralela. El poder, hay que repetirlo, decirlo despacio y grabarlo en la corteza cerebral, no es víctima.

Y el poder tiene nombres, no es un vaho producido por el THC. Si a Bartlett lo desacreditan, si a un funcionario exitoso lo acusan de no tener méritos académicos, si a Peña lo destruyen acusándolo de haber matado a 43 jóvenes, si a López Obrador lo critican por hablar con lentitud, o si a Rocío Nahle se le culpa por no estar a la altura del desafío energético, estaremos en el peor de los casos ante infamias, calumnias, mentiras, manipulación de la verdad, exageración de características irrelevantes o, en el mejor de los casos, ante puntos de vista divergentes, pero nunca ante bullying. Eso es ridículo como idea y peligroso como discurso público.

No debemos dejar entrar esa idea ni por equivocación a nuestro debate. En la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, de quien menos lo esperábamos, ha llegado a esa bajeza. Como ustedes saben, en la agenda pública (no política) el tema de los secuestros a mujeres es trending topic, lo que ha generado campañas de solidaridad y prevención. Hay espectaculares en la capital que dicen: No estás sola, grita, etcétera. Ante eso, la jefa de Gobierno ha hecho público su malestar porque lo considera una campaña de desprestigio en su contra, en contra de su administración.

Pero no, la jefa de Gobierno no es víctima de una campaña contra su administración porque la gente ponga letreros para combatir el secuestro de mujeres. El secuestro es real y la inseguridad es real, pero aun en el caso de que fuera una psicosis colectiva o un sobredimensionamiento del fenómeno, Sheinbaum no puede decir eso. A menos que haya quiera dejar atrás su imagen limpia y adopte la del canalla poderoso que pide protección ante los ataques civiles y pavimenta el camino hacia la intocabilidad.

Ni en la Ciudad de México ni en Jalisco ni en el país lo debemos tolerar.

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