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Las consecuencias del voto…

Arrancar la campaña saliendo de un ataúd, compararse con un combo de hamburguesas o bailar en TikTok sin gracia alguna son algunas de las cosas que han hecho candidatos y candidatas para que el electorado los voltee a ver, buscando ganarse la simpatía de la gente y, sobre todo, su voto. 

Creatividad o ridiculez; estrategia u ocurrencias. Pudiera ser altamente cuestionable el que se crea que para llegar a espacios de poder y toma de decisiones públicas hay que ser popular, como si eso garantizara que la persona será buen gobernante.

En nuestro país, cada vez más vemos y atestiguamos que buscan llegar al Gobierno actrices, estrípers, reinas de belleza, cantantes, luchadores, famosos deportistas y familiares de políticos (de buena o mala reputación). Y eso está bien, cualquiera puede ser candidato o candidata. Es algo incuestionable. Votar y ser votado es un derecho que todos tenemos y está reconocido en nuestra Constitución Política. Es parte de la democracia.

El economista Joseph Stiglitz, quien fuera jefe del Banco Mundial y Premio Nobel de Economía en 2001, habla precisamente de eso, de cómo las democracias ya no mueren repentinamente por un golpe militar o una revolución, sino desde adentro: por los propios gobiernos que surgen de las elecciones y son nombrados de manera democrática. Es decir, aquellas y aquellos por quienes votemos podrían estar erosionando en unos meses, desde adentro y de manera gradual y apenas visible, la democracia de nuestro país.

Las alternativas que tendremos el próximo 6 de junio en cada boleta son personas que, según su experiencia e, incluso, intereses, tendrán el poder de tomar decisiones públicas, desde cuestiones tan básicas como los servicios hasta aquellos asuntos que afecten nuestra economía, la forma en que estamos organizados como sociedad y nuestra propia seguridad.

Lo importante de nuestra democracia no es únicamente el perfil de todos y cada uno de los candidatos, sino el rol que, como electores, tendremos en definir a quiénes de ellos llevaremos a gobernar.

En varias conferencias he subrayado que el voto es algo emocional. El próximo mes, cuando usted esté frente a la urna, con la papeleta en una mano y el marcador listo en la otra, ¿en qué pensará antes de emitir su voto? ¿En las propuestas o en alguien que vio bailando bonito en TikTok? Por encima de las propuestas, hay quienes pudieran votar por ese personaje que le cayó bien, sintió empatía, le generó confianza o, incluso, quienes definirán su voto por el género de quien aparece en la boleta…  

Esta semana, la discusión también se ha centrado en la candidatura de la hija que llega a suplir en la boleta a su papá. La forma en que llega a la contienda. Si, cualquiera puede llegar porque es parte de la democracia. Ahora, lo de fondo, es la reacción del electorado el próximo domingo 6 de junio. ¿Por quiénes vamos a votar? Estamos ante una contienda donde pareciera que se va perdiendo cada vez más el foco sobre los contenidos y las propuestas. ¿Quién vota por alguien que es gracioso o que baila bonito, convirtiendo a la democracia en un show?

Las discusiones ya no pueden quedarse en quiénes y cómo llegan a las boletas; eso ya está definido en nuestra democracia: cualquiera puede ser candidato. Hoy, ante esas alternativas, ¿por quién votaremos y a quién elegiremos? Ese es el tema de fondo y debemos asumir las consecuencias de ese voto, para que la democracia no muera desde adentro.

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