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Las Chivas: ¿habrá un entierro del ícono?

A la memoria del Tubo Gómez, el mejor que han tenido.

La palabra ícono, en sentido estricto se refiere a las estatuillas que, como ritual del “cristianismo de oriente” se hacían con fines de adoración. Por extensión los íconos significan ahora los elementos emblemáticos que representan las aspiraciones de un conglomerado.

Nadie puede dudar que, hasta hace unos lustros, el Club de Futbol Guadalajara cumplía este rol en nuestra sociedad y para mexicanos reputados de patriotas muy entusiastas de los muchos que había en nuestro país.

Sus triunfos, que no eran pocos, tenían sabor de victorias de la patria, en virtud de que todos y cada uno de sus jugadores eran de nacionalidad mexicana y, más aun, en su mayoría habían emergido del Estado de Jalisco e, incluso, de las fuerzas básica.

Lo cierto es que dicho equipo era una aspiración que marcaba el ritmo de la vida de tantos partidarios, mismos que, al reconocerse, daban siempre muestras de una gran solidaridad.

Sus dueños de antes eran hombres generosos que veían por el bien de la Casa y del equipo que la representaba con tanta categoría.

Dos fenómenos serían la causa principal de que el Ícono comenzara a trastabillar: lo herederos de aquellos primeros empresarios fueron apareciendo en el mapa y resultaron menos emprendedores, generosos y valientes, de manera que fueron presa fáciles de un sujeto osado y voraz, sumamente presuntuoso y sabelotodo.

Mediante una maniobra cuya legitimidad no falta quien la cuestione, por unos cuantos pesos se adueñó de todo y comenzaron los cambios, supuestamente en aras de obtener mayores dividendos. Mutación de los horarios y los días, con lo que acabó las inercias familiares de décadas; cambio de casa que dificultó la asistencia de la gente de pocos recursos. Los espectadores dejaron de ser chairos y fueron desplazados por fifís, por usar terminología moderna… Los que sabían del negocio fueron marginados por los aduladores y se inició el desfile de entrenadores y demás directivos, a tal cual más…

A fin de cuentas, el dueño con ribetes de emperador empezó a trastabillar en sus negocios piramidales, cuyas limitaciones cronológicas se han estudiado bien… y, a fin de cuentas, ahora del club sale dinero excesivo para otros fines. El resultado está a la vista: la debacle es mayúscula.

No me preocupan sus patrones: allá ellos. Me duele la gente que en verdad necesita de su ícono para sobrellevar mejor su duro peregrinar cotidiano y sufre en verdad por el hecho de que el emblema de antes se haya convertido en un trapeador. Así lo señalé, por que empezaba a ser evidente, el 25 de octubre de 2013 en nuestro INFORMADOR.

No nos sorprendamos si un buen día algún estudioso nos demuestra que, parte de nuestra inestabilidad social, se debe a esta situación.

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