Ideas

La violencia de las mujeres a los hombres (II)

Por supuesto que ésta reflexión no pretende ni justificar ni defender la maltrecha historia de abusos y agravios a las mujeres, mucho menos el dejar de reprochar todas las barbaridades que se han hecho, y siguen haciendo al dañar la integridad y dignidad de la mujer.

Pero tampoco el romper el sentido de equidad que estamos tratando de igualar. Si se habla de la violencia masculina, también hablemos de la violencia femenina. Que si bien no es del mismo tipo que la masculina, también tiene sus formas y maneras de dañar.

Callar y guardar silencio ante los agravios femeninos, que ejercen en la vida de pareja, es una actitud irresponsable. Por ello continuamos con este importante tema.

Las mujeres pueden soportar muchas ofensas y golpes, pueden rayar en una pasiva sumisión, pues son fuertes y comprensivas. Muchas veces por estar atrapadas y sin salida. Pero cuando llegan a un punto de insoportables agravios, entonces también “sacan las uñas”, con justificada razón. Y desde luego que se defienden y saben agredir.

Además del recurso de la manipulación con la palabra, con mentiras, calumnias y falsos testimonios; poseen el poder de la intriga junto a una sutil inteligencia para crear chismes en las que pueden trastocar, a cualquier persona, en sus torcidas historias y acabar con el hombre o la mujer que se meta en sus asuntos.

Una forma de violencia muy común, que no es física, es utilizar a los hijos para que ellos sean los agresores en contra del padre. Regularmente logran prohibir que el padre pueda ver a sus hijos y hasta convencerlos de que es un hombre malvado del que se tienen que alejar y no volverlo a ver.

La venganza es un exquisito recurso que poseen, y pueden lograr un elevado nivel de escalofriante estrategia, para consolidar su deseo de que, el brutal marido, pague todas las que ha hecho. Su ingenio y creatividad para investigar y localizar los puntos débiles de su odiada pareja, son un sublime recurso que saben utilizar con elegancia y pulcritud.

Cuentan con el muy practicado recurso del maquillaje y el enmascaramiento para disimular y fingir lo que realmente sienten y piensan. Lo que les permite jugar el juego de la hipocresía y hacer creer que nunca han hecho nada y son inocentes de la participación en los conflictos conyugales. Es decir, son muy hábiles para acusar y señalar al otro, como el culpable y no reconocer lo que también han hecho para llegar a la violencia mutua.

Hay más aspectos estudiados de la violencia femenina que seguiremos analizando en los siguientes artículos. Cuyo fin es develar el arsenal, de ambos, para entonces si construir la bendita paz en la que deseamos vivir en el hogar.

Síguenos en

Temas

Sigue navegando