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La transformación soy yo; AMLO y la prensa

No puedo estar más de acuerdo con López Obrador en que el fin último del periodismo es la transformación, que hacemos lo que hacemos, bien, mal o regular, para que las cosas cambien, para que el mundo sea un poquito menos peor, un poco menos corrupto, un poco más humano. En lo que no estoy ni puedo estar de acuerdo con el Presidente es que el periodismo debe estar al servicio de quien diga “la transformación soy yo”.

La discusión, en realidad monólogo con interrupciones del periodista Arturo Rodríguez de Proceso, en la mañanera de ayer sobre el fin último del periodismo es un retrato, poco halagüeño, de la concepción que tiene el Presidente de la República sobre los medios y la crítica: los que se portan bien son los que están de acuerdo con nosotros, los grandes periodistas de la historia son los que se aliaron a las causas en las que él cree. Pero, una vez más, el Presidente presenta esa versión maniquea de la historia que tanto le gusta, la de buenos y malos, esa que deja de lado los incómodos matices que obligan a pensar.

Es cierto que Francisco Zarco apoyó desde su trinchera periodística la república liberal, pero también lo es que cuando sus propios compañeros liberales en el Congreso, temerosos de la crítica, quisieron acotar la libertad de expresión, él y otros tres compañeros, Francisco Zendejas, Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez (El Nigromante) defendieron que no se pusieran límites a la libertad de expresión. En aquellos debates Guillermo Prieto dijo algo que debería estar grabado en letras de oro en el escenario de las mañaneras: “Considero a la prensa como la égida de la libertad, como el escudo más firme de los derechos del hombre y por lo tanto sostengo que debe ser libre como el pensamiento… En la sección de derechos del hombre -donde se inscribe la libertad de expresión- no es propio hablar de abusos. Esto es elevar el abuso al rango de derecho”.

El origen del problema es que el Presidente cree que la transformación es él y solo él, que el mandato de cambio expresado en las urnas en julio pasado quedó congelado hasta nuevo aviso

El origen del problema es que el Presidente cree que la transformación es él y solo él, que el mandato de cambio expresado en las urnas en julio pasado quedó congelado hasta nuevo aviso, que esa prensa crítica, sobre la que él se apoyó para ganar las elecciones, cumplió su cometido el 2 de julio y ahora todo señalamiento a su ejercicio de Gobierno es conservador, fifí, hipócrita, etcétera.

Las grandes transformaciones, suponiendo que esto que estamos viviendo pueda equipararse a la Reforma o la Revolución, son el fruto del debate que anima el cambio, jamás de los deseos de un líder. Lo que no ha entendido el Presidente en su relación con la prensa -regresemos a Guillermo Prieto- es que cuando se trata de libertad de expresión no es propio hablar de abusos; cuando se trata del ejercicio del poder, sí.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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