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La tragedia del huachicol vista desde Guadalajara

La tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo, con sus 91 muertos (hasta la redacción de esta columna) es de un alcance que todavía no podemos vislumbrar. Entre las declaraciones de autoridades federales y locales, algunas contradictorias, lo más dramático es que una de esas explosiones puede volver a ocurrir en otro de los varios estados que registran el más alto índice de tomas clandestinas en los ductos de Pemex. Incluido Jalisco.

Y puede volver a ocurrir porque, sencillamente, no hay certeza de que a los llamados huachicoleros los hayan frenado, con todo y la presencia de cinco mil efectivos del Ejército en el resguardo de las instalaciones de Pemex y los ductos por los que debe trasladarse el combustible.

Esta realidad, por otra parte, se observa e interpreta de modo diferente según sea el lugar del país donde se analice.

En Jalisco por ejemplo, la preocupación mayoritaria no es si puede haber un estallido en una toma clandestina, sino más concretamente: ¿cuándo se regulariza el abasto de combustible?

En los nueve municipios de la zona conurbada, tenemos pruebas diarias de las dificultades que tienen los automovilistas para cargar combustible. Las filas de autos son largas y la espera puede ser de unos 30 minutos hasta varias horas. También se han vuelto regulares las hileras de automóviles que se quedan toda la noche, a la espera de que una pipa surta el combustible y la gasolinera venda durante el día.

Pero si eso es la ciudad, deberían también considerarse los muchos municipios en las zonas rurales de Jalisco. Las gasolineras están prácticamente cerradas en zonas de varias decenas de kilómetros. Parece obvio, porque si la mayor parte de la población jalisciense está en la zona conurbada, es aquí donde llegan la mayoría de las pipas. Pero las afectaciones para agricultores, ganaderos y trabajadores son incuantificables.

El problema se agrava cuando el director de Pemex asegura que el ducto de Salamanca ya está operando, aunque se cierre intermitentemente cuando localizan otra toma clandestina, el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, declara públicamente que a él le informaron que en la refinería de Salamanca, ¡ya no tienen gasolina!

¿A quién creerle? ¿Al director de Pemex? ¿Al gobernador?

Usted puede elegir en quién depositar su confianza. Lo que parece más certero es que aquellos días (o noches) en los que se podía llegar a una gasolinera y surtir en dos minutos unos pocos litros de gasolina, pasan a formar parte de la historia.

Ahora bien, en cuanto a la tragedia en Hidalgo, se trata de una inmediata prueba de fuego para el recién estrenado fiscal General de la Nación, Alejandro Gertz Manero. Las cosas ocurrieron casi paralelamente: mientras lo nombraban fiscal en el Senado, en Tlahuelilpan decenas de personas estaban a minutos de su muerte y no se enteraban.

Gertz Manero debe trabajar a toda prisa: deslindar responsabilidades, brindar certeza jurídica y además, darle a los mexicanos (los que apoyan al Presidente y los que no) elementos para percibir que todo lo que está pasando se justifica porque al final, Pemex quedará limpio de corruptos y los que se enriquecieron con el patrimonio nacional, serán sancionados.

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