La sumisión del poder económico al poder político
El presidente López Obrador prometió “separar el poder económico del poder político.” Aunque hasta cierto punto eso era posible e inclusive deseable, lo que acabó sucediendo fue el sometimiento de una parte importante del poder económico a un poder político crecientemente autoritario. Y en eso, también, vemos un viraje al pasado.
“Es cuando el Gigante del Monopolio Empresarial intima con el Leviatán del Estado Autoritario que es probable que ambos logren permanencia”, nos dice el académico de la Universidad de Chicago, Raghuram Rajan. Si los políticamente poderosos tienen la tentación de eliminar a su competencia en una democracia, los económicamente poderosos tienen también la tentación de eliminar a sus rivales en una economía de mercado. Los casos extremos son el comunismo y el fascismo, aunque
actualmente existen regímenes autoritarios que han sido asimismo exitosos: Rusia, China y Turquía son solo algunos ejemplos. Turquía, que en 2019 y bajo el populismo autoritario de Recep Tayyip Erdogan decidió que los jueces y magistrados serían elegidos por voto popular. Así les ha ido.
La economía mexicana está altamente concentrada, lo cual termina por perjudicar nuestra democracia-constitucional. América Móvil, Walmart, Cemex, Pemex y CFE son solo algunos monopolios que controlan sectores económicos trascendentales del país. Las políticas lópezobradoristas no han ayudado: primero, al socavar la autonomía de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece); segundo, al entregar el 80% de los contratos del gobierno por adjudicación directa; tercero, al darle
preferencia a los monopolios estatales de Pemex y CFE; y cuarto, al entregar jugosos contratos públicos a los monopolios privados. Ahí están los más de 2,500 contratos conferidos a empresas de Carlos Slim, con ingresos de por lo menos 61 mil millones de pesos. Y ahí está la reciente adjudicación directa por más de 161 mil millones de pesos a la empresa Mota Engil, de la familia Bejos, para producir fertilizantes para Pemex, a pesar de que la empresa no produce fertilizantes.
López Obrador solo debe apapachar a unos cuantos empresarios, porque unos cuantos empresarios tienen el control de una buena parte de la economía mexicana. Lo ha hecho a pesar de toda la corrupción que eso conlleva, y ciertamente los empresarios han sido recíprocos. La muestra más clara han sido los liderazgos del Consejo Coordinador Empresarial durante este sexenio, con un empleado –no empresario– en la figura de Carlos Salazar Lomelín, y un cercano al presidente sin credencial empresarial alguna como Francisco Cervantes Díaz. Pero, además, ha habido un silencio ensordecedor ante las innumerables políticas destructivas del presidente y, ahora, palabras de adulación: recientemente el empresario Eduardo Tricio describió al presidente como “hombre de Estado”.
Una nociva concentración económica ayudó a encumbrar al populismo lópezobradorista. Ya en el poder, el presidente aprovechó la oportunidad que le dan los monopolios económicos para premiar y castigar fácilmente. Y premiando, compró en gran parte el silencio, y la zalamería, de muchos de los grandes empresarios, a pesar de la deriva autoritaria.
Finalmente, eran tigres de papel.
Fernando Núñez de la Garza
fnge1@hotmail.com@FernandoNGE