La sucesión de AMLO
La semana pasada, el presidente López Obrador señaló que la 4T ya tiene preparado su relevo generacional y que él, a partir del 2024, va a estar alejado de la política.
Además, indicó que mientras la 4T tiene diversas opciones, un abanico, los adversarios se enfrentan a múltiples problemas para poder tener candidatos competitivos.
Bueno, no lo dijo con esas palabras, pero fue lo que comunicó en lo esencial.
Hay una parte de razón en los dichos de López Obrador y otra que simplemente no es creíble. Permítame explicarle una y otra.
Comencemos con aquello en lo que tiene razón.
Es cierto, la oposición está sufriendo tremendamente para construir candidatos que pueden confrontar a los de la 4T. Son pocos los candidatos a gobiernos estatales diferentes a los de Morena que tengan buenas posibilidades de ganar. Los hay, pero son pocos.
Si esto sucede incluso en las elecciones intermedias, ocurrirá todavía de manera más clara en las elecciones presidenciales del 2024.
El regreso a la lisa política de figuras como Ricardo Anaya o Diego Fernández de Cevallos es un síntoma de que ni la izquierda ni la derecha, y mucho menos el PRI, están construyendo nuevas figuras.
Sin tales personajes, será muy difícil impedir que Morena se perfile como el ganador en los dos procesos electorales, el de este año y el que vendrá en tres más.
Muchos lectores podrían estar diciendo a estas alturas que esto no puede ser posible en medio del desastre de esta administración tanto en materia económica como en seguridad o en la salud.
Lo siento. Uno puede creer o querer lo que desee, pero lo que dicen los datos fríos de la mayor parte de las encuestas es que Morena va adelante. Si no ocurre un cambio radical, la verdadera competencia por la presidencia de la República se va a dar más bien al interior de Morena.
Pero ahora pasemos a la parte de la afirmación que simplemente no es creíble.
López Obrador no se va a retirar de la política, salvo que fallezca.
Tampoco va a buscar la reelección. Pero lo que sí va a tratar es que su influencia permanezca, tanto a través de la elección de su probable sucesor como por la influencia que eventualmente va a seguir teniendo en el futuro.
En la historia mexicana sólo hemos tenido dos personajes que, desde su aparente retiro, seguían de facto con el poder.
Antonio López de Santa Anna, en la primera mitad del siglo XIX se refugiaba en su hacienda de Manga de Clavo, en Veracruz, hasta que “la patria lo reclamaba”, lo cual era bastante frecuente. Ya en el siglo XX, el sonorense Plutarco Elías Calles buscó ser el poder detrás del trono y construyó “el maximato”. Entonces el poder no lo tenía el presidente sino el “Jefe Máximo”.
Tuvo que llegar Lázaro Cárdenas para restaurar el peso de la institución presidencial y marginar al caudillo.
No sé lo que vaya a pasar en las circunstancias que vivimos, pero, olvídese de que López Obrador vaya a ser solo parte de la historia a partir del 2024.
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