La sesión secreta para repartirse el pastel en el Poder Judicial
Sucedió este martes 2 de enero, pero de ella no se hizo mucho eco. El pleno del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco convocó a una sesión oculta (extraordinaria, le dicen) para comenzar a repartirse el gran pastel de tres mil 342 millones de pesos que recibirán este año.
No podían esperar más. En un sexenio repleto de días históricos, el Poder Judicial de Jalisco marcó un hito para despabilarse el segundo día del año y comenzar a discutir en qué ejercerá el presupuesto que, según el gobernador, les garantizará autonomía y permitirá “hacer frente a los retos que este Poder tiene de cara al desarrollo del Estado”.
El problema -que lo hay- es que dicha sesión se realizó a puerta cerrada.
Y el tema es que las y los magistrados de nuestra entidad pueden discutir lo que quieran en lo privado, pero si se reúnen en un recinto público a tratar asuntos relacionados con la asignación de recursos, obligadamente el debate debe ser público. Ese es el principio rector de los poderes institucionalizados en México.
Confiados en que el ojo público siempre está en lo que hacen los diputados, los alcaldes o el gobernador, los representantes de mayor nivel en el Poder Judicial de Jalisco se dieron el lujo de iniciar el año electoral con una de las peores prácticas en la función pública: la opacidad.
Bueno: opacidad entre comillas, porque siempre hay quien se entera y habla. Y quien se enteró comparte que lo primero que se discutió es la compra de muebles de oficina para “dignificar” las instalaciones del Judicial. A ver con cuántos escritorios de caoba se lucen los próceres de la justicia pronta y expedita.
Fue justo esa noticia la que caló entre los trabajadores que sí acuden día con día a trabajar: la tajada más grande va a ser para “enchular” la fachada del Judicial, en tanto que el incremento salarial será de 5% y ya: conforme a la inflación. No se habló de mejores condiciones, incentivos por acudir y mucho menos depuración de nómina.
De esta manera, la pista de aterrizaje en el edificio de la Avenida Hidalgo y la calle Belén, en el primer cuadro de Guadalajara, seguirá habilitada para cientos de aviadores, quienes mantendrán sus salarios estratosféricos solo por ser bonitos y existir. Ah, y por venderle el alma al funcionario o funcionaria correctos.
En la teoría, esta dignificación presupuestal al Poder Judicial les permitiría todo: meter tecnología para acabar con las piletas interminables de archivos empolvados y enmohecidos, construir más tribunales, contratar personal que sí acuda, sí trabaje y sí reduzca la carga de trabajo en los juzgados, y hacer valer la misión que venden: justicia pronta y expedita.
Esta vez, la papa caliente pesa tres mil 342 millones de pesos, y queda en manos del presidente en turno que esos fondos se usen para actualizar al personal que vive en la prehistoria y mantiene en mano cincel y martillo para llevar registros. Porque sí: los hay.
En este año que recién inicia, Daniel Espinosa Licón tiene a su cargo un avión inmenso, pero si destina la mayoría del presupuesto en el fuselaje para que luzca bien por fuera y deja de lado el combustible (y en capacitar al personal que va a operarlo), el futuro de su avión va a quedar muy lejos de las nubes.
Así, sin despegar. En el mismo sitio que ha ocupado en las últimas décadas.