La salida de Jacinda Ardern
Mientras hay políticos, presidentes y líderes mundiales que se aferran con todas sus fuerzas a sus cargos y espacios de poder, en Nueva Zelanda quien fuera su Primera Ministra, Jacinda Ardern, renunció a principios de este año a lo que sería el equivalente de Presidente en nuestro país. Tras cinco años en el puesto, la política anunció que se iba para dedicarse a su familia y porque ya no tenía “suficiente (gasolina) en el tanque” para seguir gobernando.
En el 2017, cuando fue elegida Primera Ministra, Jacinda Ardern se convirtió en la Jefa de Gobierno más joven del mundo (entonces tenía 37 años). Y durante la pandemia fue conocida por tener mano dura para hacer frente al COVID-19.
Su renuncia se planteó como una decisión personal. Ella y su pareja, el conductor de televisión Clarke Gayford, son padres de una pequeña de cuatro años de edad, que nació durante su administración. Tras el periodo de maternidad, ella regresó a trabajar.
La salida de Jacinda Ardern, de 42 años, muestra esa faceta personal de las mujeres que tienen carrera política y que ocupan espacios de poder, o que toman de decisiones que afectan a la comunidad. Estas mujeres, como en esa y en otras profesiones, tienen una vida laboral bastante absorbente y, en donde a diferencia de los varones, en el imaginario colectivo aún se espera atiendan las tareas del hogar, a sus hijos y pasen tiempo con los suyos.
“Buena madre”, se les dice a aquellas que renuncian o sacrifican cualquier desarrollo personal o profesional, dejando pasar importantes oportunidades laborales, para dedicarse a la crianza y el hogar. Como si tuvieran la posibilidad económica de dejar de trabajar o como si estuvieran trabajando meramente por gusto. Al margen de que haya quienes aplaudieran o no la decisión de Ardern, de renunciar para dedicarse a su familia, lo que es una realidad es que para las mujeres es malabarezco continuar o reintegrarse a la vida profesional, después de haber sido madres. Se tienen que buscar guarderías o la red de apoyo familiar que cuida al hijo o hijos, y atender simultáneamente los deberes del trabajo, a la par de las tareas domésticas o del hogar.
Aunque Ardern habló de renunciar para dedicar tiempo a su familia, también argumentó que ya no se veía con suficientes fuerzas para continuar. El estrés crónico en el lugar de trabajo, que se caracteriza por sentimientos de cansancio o agotamiento de energía y reducción de la eficiencia profesional, se le conocen como “síndrome burnout”, algo que ella vivió como lo padecen miles o millones de mujeres al tratar de empatar su vida personal con su vida profesional.
Ojalá esta sociedad logre ser más empática y reconozca a todas esas mujeres que luchan día a día por el bienestar de los suyos y por no ahogarse en ser catalogada meramente “una buena madre”.
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