La rebelión de los iPhones
Se asemeja a relato de terror y ciencia ficción, pero tal parece que hoy en día cerebros ocultos tras escritorios en oficinas lejanas están usando nuestras máquinas para manipularnos y obligarnos actuar de acuerdo a sus caprichos.
Sonará exagerado, pero ésa es nuestra lectura de lo que ocurre cuando utilizamos las plataformas digitales de Apple, particularmente los teléfonos iPhone.
Hace unos días, y ante la queja de usuarios de todo el mundo que señalaban que los modelos con más de dos años de antigüedad se hacían cada vez más lentos en su operación, la empresa Apple, fabricante y desarrolladora de esta tecnología, reconoció que, efectivamente, había estado enviando instrucciones a los modelos atrasados de iPhone para que se ralentizaran con la excusa de que eso les permitiría ahorrar batería y alargar su duración.
La instrucción viene escondida en cada nueva actualización del sistema operativo.
Pero la “ralentización” o alentamiento de los iPhones no es la única falla que presentan los modelos atrasados; hay problemas también con el sistema de geolocalización por satélite (GPS) que empieza a funcionar a capricho, hay aplicaciones que se vuelven de “contentillo” (funcionan a veces sí, y a veces no), la batería efectivamente se agota mucho más rápido, y una serie de pequeñas fallas que empiezan a hacer inoperante una herramienta tan poderosa como es un teléfono inteligente iPhone.
Y como nos hemos vuelto cada vez más dependientes del teléfono inteligente, y en el caso de Apple de la plataforma Mac, buscamos la forma de actualizarnos renovando los equipos que, por cierto, cada año elevan más y más su precio.
Y nuestra lectura detrás de este deterioro inducido, que ocurre paradójicamente poco después de dos años de estrenado el equipo es que, a pesar de tratarse de instrumentos tecnológicamente extraordinarios, están recibiendo la instrucción desde su casa matriz de envejecer rápidamente para hacernos sentir obsoletos y entonces renovar el equipo.
Un portento de la tecnología se convierte en cuestión de semanas en una carcacha.
Y además con el mensaje intrínseco de que en un mundo que compite por la innovación nos hemos quedado obsoletos; algo imperdonable.
No está padre. No estaba en las reglas del juego.
Seguramente este descubrir la manipulación de la tecnología para provocar el consumo de aparatos, aunado al ya muy elevado costo de los mismos, es lo que está provocando que las ventas de su más reciente lanzamiento, el iPhone X, no alcance los niveles de venta esperados.
Y es lógico, porque si se mira alrededor hay otras plataformas (Android por ejemplo) mucho más barata y accesible, y que además ya dominan los chinos.
A diferencia de lo que ocurriría en un relato de terror y ciencia ficción, donde acabaríamos siendo esclavos de las máquinas, aquí existe la opción de migrar a otra plataforma, y liberarnos así de la manipulación.
¿Será?