La polémica sobre la Inteligencia Artificial
Hace algunos días se desarrolló una historia, propia de un guion cinematográfico, cuyo protagonista era Sam Altman, un multimillonario de 38 años. Vegetariano, criador de ganado que vive en una residencia de 27 millones de dólares en San Francisco, California. Una estrella del mundo de la tecnología y una de las caras visibles del desarrollo de la Inteligencia Artificial en el mundo, ya que encabezaba la empresa Open IA, creadora del Chat GPT, una de las plataformas exitosas hasta ahora en el tema. Lo echaron de su puesto en una videollamada y días después, luego de enormes presiones financieras, corporativas y de geopolítica fue restaurado en su puesto. El relato llenó páginas de los periódicos y portales en el mundo que veía la fragilidad institucional de la evolución de una de las herramientas tecnológicas encaminadas a cambiar al mundo en las próximas décadas. Más allá de los detalles personales y corporativos detrás de estas decisiones quedó claro el poder inmenso de las empresas tecnológicas que impulsan su desarrollo. Es tanto poder que desde hace meses de forma acelerada en el mundo se discute la necesidad de regular el desarrollo de esta tecnología, y las naciones avanzadas se debaten entre los imperativos estratégicos, económicos, políticos que se entremezclan con los enormes desafíos éticos que plantea encauzar la tecnología que según algunos de sus propios creadores puede amenazar a la humanidad misma.
No pasaron muchos días antes de que el principal órgano legislativo de la Unión Europea aprobara la primera redacción de lo que puede ser una norma para regular su desarrollo y uso. La norma propuesta establece un nuevo punto de referencia mundial para los países que intentan aprovechar la tecnología, y al mismo tiempo tratan de protegerse contra sus posibles riesgos implícitos, como la automatización de puestos de trabajo, (con los despidos que implica), la difusión de información errónea en línea, (con el peligro de alterar procesos democráticos) y la puesta en peligro de la seguridad nacional, (con el uso en las armas más letales). La propuesta debe superar algunos trámites finales para su aprobación, pero se han establecido lineamientos que no tienen precedente.
Los legisladores europeos plantean que los fabricantes de los mayores sistemas de Inteligencia Artificial de uso general, como los del chatbot ChatGPT, enfrenten nuevos requisitos de transparencia. Por ejemplo, se propone que los chatbots y el software que crea imágenes manipuladas, como los “deepfakes”, tendrían que dejar claro que lo que la gente está viendo ha sido generado por Inteligencia Artificial. Y el uso de software de reconocimiento facial por parte de la Policía y los gobiernos quedaría restringido salvo en determinadas excepciones por motivos de seguridad nacional. Las empresas que infrinjan la normativa podrían enfrentarse a multas de hasta el 7% de sus ventas mundiales.
Pero una cosa es plantear las restricciones y otra distinta aplicarlas con eficiencia, y eso los saben bien tanto las empresas como los gobiernos. El debate está entre el fomento a su desarrollo y el control de las amenazas que implica. Y se plantean largos meses antes de que una norma como esta se apruebe plenamente y se aplique, meses en los que la tecnología puede dar pasos gigantes no solamente en Europa, sino en Estados Unidos y China. El Gobierno de Joe Biden emitió recientemente una orden ejecutiva centrada en parte en los efectos de la inteligencia artificial sobre la seguridad nacional. Gran Bretaña, Japón y otras naciones han adoptado un enfoque más permisivo, mientras que China ha impuesto algunas restricciones al uso de datos y algoritmos de recomendación.
En los mas altos círculos de la política mundial se da por hecho que la Inteligencia Artificial reconfigurará la economía global en los próximos diez años y para muestra está la declaración de Jean-Noël Barrot, ministro francés de Asuntos Digitales que en una nota publicada por el New York Times afirma: ”El dominio tecnológico precede al dominio económico y al dominio político”.
Estamos ante una herramienta de un poder inédito. Un momento que recuerda a aquellas predicciones que se hacían sobre la super carretera de la información antes de la llegada en pleno de la Internet. Ahora la diferencia que la nueva herramienta puede ser llegar a ser un ente paralelo al hombre con capacidad y conciencia. Así que regular quienes y como desarrollan sus potencialidades interesa a la humanidad entera.
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