Ideas

La piedra en el zapato

No es lo mismo Rosario Ibarra de Piedra que Rosario Piedra Ibarra. No es lo mismo alcanzar el reconocimiento a lo largo de los años por luchar un día sí y el otro también por defender los derechos de los desaparecidos y los presos políticos en el afán de encontrar a un hijo desparecido que, teniendo como trabajo velar por los derechos humanos un día sí y el otro también con toda una estructura detrás, quedarle debiendo al país con la peor calificación en desempeño. No es lo mismo luchar contra el sistema a que el sistema te elija y, aún así, no hacer la diferencia. 

Contra todo pronóstico, la semana pasada el Senado de la República ratificó en la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a Rosario Piedra Ibarra y el nombramiento llegó acompañado de una serie de irregularidades que fueron pasadas por alto.

No se puede decir que Rosario Piedra no sabe lo que es la pérdida, la lucha y el éxito en el intento de exigir justicia y respuestas, la desaparición de su hermano en 1974 es muestra de ello. Por algo la Ley Amnistía de 1978 le dio la libertad a mil 500 presos políticos con el trabajo iniciado por su madre en el Comité Eureka.

Aunque el pasado de Piedra Ibarra pesa en el activismo, su presente se volvió liviano. Desde su nombramiento en 2019 como presidenta de la CNDH la acompañó la polémica, y parece que no va a soltarla. Primero bajo el argumento de presentar documentos apócrifos en su currículum hasta los votos que no terminaban de cuadrar en el conteo para terminar con su gestión en los últimos cinco años al frente del organismo. 

Para muestra la dura crítica al hecho de que de las más de mil 800 quejas acumuladas de la Guardia Nacional sólo se emitieron 13 recomendaciones, ni siquiera el 10% de ellas tuvieron una respuesta de la Comisión, lo cual indica que, o bien no hay seguimiento a los casos o bien no hay interés al respecto. Sin mencionar la falta de atención a la defensa de activistas y periodistas o el planteamiento de acciones en torno a la crisis de desapariciones forzadas o a la militarización de la seguridad del país. 

Morena, PVEM y PT ratificaron a Piedra Ibarra argumentando su gran capacidad; sin embargo, la inconformidad de la oposición se desató no por la postulación de la candidata, que de por sí ya era un desacierto arrastrando las irregularidades de su primera elección, el verdadero conflicto fue la irregularidad en el proceso, en la renuencia del presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, para la instalación de las mamparas que garantizarían un voto secreto pues, según los senadores, eso habría hecho la diferencia con un voto libre en lugar de la presión ejercida sobre los representantes de Morena.

Los senadores confiaban que para cambiar el rumbo de la CNDH se eligiera un mejor perfil, entre los que destacaron la joven abogada Paulina Hernández, quien en Jalisco se ha desempeñado en organismos como UdeG, en la Unidad de Igualdad, y la psicóloga Nashieli Ramírez, quien parecía ser la mejor calificada para el ocupar el puesto con su amplia trayectoria como investigadora y a cargo de la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX.

El futuro del organismo ahora está en las manos de quien en enero de este año propuso disolverlo para formar la “Defensoría Nacional de los Derechos del Pueblo” pues, según su criterio, el organismo no respondía a las necesidades de los ciudadanos. Por alguna razón el discurso de la presidenta del organismo independiente me sonó muy similar al del ex mandatario mexicano, sólo por no llamarlo “oficial”. ¿Será casualidad? ¿Será que la ratificación responde a la falta de tiempo en la administración pasada para lograr su transformación en ésta? Las ocurrencias creativas nunca faltan.

Las otras dos contendientes en la terna por la titularidad del organismo no han manifestado interés en impugnar el resultado; lamentablemente para los mexicanos la CNDH no puede quitarse la piedra que tiene en el zapato. Y no, no es metáfora.

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