La percepción fabrica realidades
En el estudio: Seguridad en el AMG 2023, de Jalisco Cómo Vamos (JCV), los resultados, algunos de ellos, dialogan desde polos distantes. El rigor con el que se aplica el instrumento en el que se basa la encuesta y lo que respondieron las y los tapatíos, sistematizado, contrasta con la percepción individual, con lo que se comenta en corrillos sobre la inseguridad. Percepción que se alimenta de manera empírica desde una pluralidad de fuentes al alcance de cualquiera: las charlas en familia y con amigos y vecinos, más los delitos impactantes conocidos merced a los medios de comunicación y las redes sociales, complementados con la reacción de las autoridades -sus hechos o su inacción, sus discursos o su silencio- y, muy importante, con la confianza que aquéllas concitan. Lo anterior es mezcla suficiente para emitir dictámenes de aplicación general desde apreciaciones personales y dictaminar: así piensa la mayoría, y se vuelven casi irrebatibles los diagnósticos de las ciudadanas y de los ciudadanos, a los que, es claro, llegan sin una disciplina uniforme, pero afiliados a lo que la realidad les muestra de primera mano y que les basta para sentenciar: las cosas cada día están peor; vivimos en una ciudad peligrosa; hay que cuidarse cada cual; el gobierno no hace nada; estamos en manos de los criminales; etcétera.
Y entonces, los datos de la Octava Encuesta sobre calidad de Vida, 2022 de JCV: subió la sensación de inseguridad respecto a 2020 (año de pandemia COVID-19); de hecho, sólo estuvo más baja, 2.7 puntos, que el año en el que la mala percepción tuvo el nivel más alto, 2016, cuando llegó a 59.9%. Y, por otro lado, mermó la cantidad de encuestados (mujeres y hombres) que respondieron haber sido víctimas de los delincuentes; incluso decreció el porcentaje de quienes contestaron tener un familiar desaparecido respecto a 2020, 8.5%, 7.7% en 2022. Con un matiz importante: la reducción mencionada corresponde al porcentaje válido para el Área Metropolitana de Guadalajara, por la ponderación que es necesario aplicar, no se construye el promedio directamente de sumar y dividir entre seis las cifras municipio por municipio, en los que hubo alzas de más de un punto porcentual, si enfrentamos la cifra de 2020 con la de 2022: en El Salto (12/13.7%), Tlaquepaque (8.5/9.5%) y Tonalá (7.7/10.1%); en tanto que Guadalajara se mantuvo prácticamente igual (6.3/6.4%) y disminuyó lo que las y los encuestados nos reportaron respecto a tener un familiar desaparecido en Tlajomulco (11.5/5.7%) y en Zapopan (9.5/7.2%). Una acotación que al cabo es el corazón de estos datos: los porcentajes representan víctimas objetivas, y dolor y desesperación incesantes; entendidos así, al decir “bajaron” o “subieron” hacemos referencia sólo al valor de los números; por supuesto queda todo por resolver, queda muchísima compasión por practicar.
En resumen: desciende la incidencia delictiva que en 2022 reportaron las y los encuestados, el fenómeno de las y los desaparecidos es constante y se eleva la percepción de inseguridad. ¿Qué incide en lo que la gente responde respecto a su seguridad? Para los gobernantes, la mala opinión pública hacia la seguridad pública se debe a que los medios de comunicación dan a conocer rutinaria y escandalosamente “la nota roja” o simplemente buscan desacreditar a quien gobierna. El más reciente estudio del INEGI sobre seguridad urbana, ENSU, del tercer trimestre de 2023, enseña que en cinco municipios del Área Metropolitana (Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tlajomulco y Tonalá) las personas se enteran sobre seguridad, narcotráfico y/o la delincuencia, platicando con familiares, amigos y conocidos, 63.8%; viendo noticieros de televisión 62.9%; por Facebook 46.8; por WhatsApp 22.7%; conversando con compañeros de trabajo o escuela 19 %; a través de Internet 22.4% y por la radio 17,9%. Los anteriores son los más mencionados, en la parte baja, entre otros, está Twitter (X) 4.5%.
Así, qué hay en medio de la percepción y la incidencia delictiva (sea la que exhibe la encuesta de JCV o la que pregonan las autoridades) además de los medios de comunicación habituales, las redes sociales y el mecanismo boca a boca. ¿Acaso los crímenes de alto impacto que no cesan y que parecen nunca resolverse? La impunidad flagrante como acicate para la mala valoración ciudadana que pesa sobre la seguridad pública. Sí, la suma de lo anterior, más un rasgo ineludible: la complejidad de una sociedad como la de Guadalajara, plural, diversa y notoriamente desigual (en todos sentidos). Complejidad que es imprescindible considerar desde un aspecto constitutivo de la humanidad: cada individuo, mujer y hombre, es complejo en sí mismo, inconstante en sus pareceres y experto en lo que es y va siendo su propia vida, de lo que se sigue que es asimismo especialista en lo que sea que emplee para evaluarla.
Este es el mérito de lo que hace Jalisco Cómo Vamos: sus estudios no son un punto de llegada, apenas una ventana para mirarnos como sociedad desde lo que opinamos como personas. De este modo, la seguridad pública, o mejor dicho: la inseguridad pública, no es sólo reflejo de las innumerables acciones criminales o de las presuntamente criminales, sino también de las maneras de estar en esta metrópoli, satisfactorias al momento que cada cual mira su propia vida, aunque dejan de serlo -la inseguridad es una vertiente de esa insatisfacción- cuando elementos del sistema social y político fallan; manifiestamente los que tienen que ver con el desarrollo urbano, la justicia, el estado de derecho y la necesidad de transitar hacia la co-construcción, la gobernanza, de la seguridad pública, es decir: cuando falla aquello que los Gobiernos no terminan por regir ni conducir adecuadamente. Y al cabo, la pregunta fundamental: ¿cómo vamos? En la tranquilidad y la paz que no tenemos, es hora de mirar el fenómeno de no estar y no sentirnos seguros desde el ángulo que propone JCV: lo que la gente opina, importa.
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