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La nueva insurrección política es de mujeres

No habíamos visto que vendría por ahí. El enojo y el reclamo, pero sobre todo, la enorme capacidad que tienen las mujeres de hacer propia la sensación de impotencia y la posterior ira por la violencia de género, se pueden convertir en los insumos de una insurrección política post milenio.

Aludo a la enorme capacidad que tienen las mujeres de hacer propia una sensación pero no me refiero a una virtud de género, sino a un fenómeno social extendido: o fui yo o fue mi hermana, o fue mi amiga o fue mi hija o fue mi abuela o fuimos todas. El abuso sexual y sus detalles nos han acompañado a todas las mexicanas. El intento de violación de una chica en una preparatoria de Jalisco o el abuso a una menor en la Ciudad de México es la repetición de una historia familiar o personal; una historia propia.

Por eso es tan potente. La emoción retenida se ha colado por una fisura, con presión de décadas y con la fuerza generaciones previas, en el debate público. Es una violación sexual pero es también una forma de sociedad, una manera de estar en el mundo que incluye tutela paternalista y patrimonial, búsqueda de protección paternalista para seguridad individual, apropiación del cuerpo, enajenación de este, volumen de la voz propia, eco, paradigmas de valor y fuerza, criterios de propiedad, de libertad y de apropiación económica.

En otras palabras, hay ahí una semilla de ideología política que nace en el abuso, pasa por la emoción y puede convertirse (si tenemos suerte) en un planteamiento de orden social. Hoy es sólo una semilla, no tiene ni pies ni cabeza ni argumentación completa, pero tiene largo tiempo gestándose y pensándose. Con suerte, inteligencia y mucha filosofía, estas banderas se alejarán de la mera reivindicación femenina y del rechazo a lo masculino para convertirse en postulados que transformen a la mujer y al hombre para que su relación deje de pasar por un eje de poder y vulnerabilidad.

No crean que escurro el bulto del problema central que además es el que motiva las protestas en el país. La violencia contra la mujer no se detiene y la respuesta de las autoridades es insuficiente. No han funcionado los vagones rosas, los botones de pánico, los silbatos, las abogadas en los ministerios públicos, las muchas diputadas que hoy calientan curul, los senderos seguros o las policías mujeres. Los hombres siguen violando psicológica y sexualmente a las mujeres, las mujeres siguen temiendo a los hombres y al sexo, y los campos siguen sembrándose de muertas.

Por eso, mientras se construyen planteamientos ideológicos más redondos hay que seguir atendiendo lo urgente: alumbrar las calles, castigar los abusos, perseguir los crímenes y proteger a las mexicanas como un asunto estratégico. Ya si no es mucho pedir, también sería bueno entender que las protestas no reflejan a un par de gritonas locas, sino a un movimiento con capacidad de afectar la línea de flotación de un gobierno y el rumbo de un sistema político. La nueva insurrección política es de mujeres.

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