La noche de los desvergonzados
En memoria del padre Chayo, que soñaba con un México de iguales
Es muy probable que, para el ciudadano de la calle poco interesado en los asuntos del Gobierno, haya pasado inadvertido un acontecimiento preocupante y ominoso: la noche del 29 de abril quedará consignada en la historia de México como aquella en que, sin recato alguno, se violó -una vez más- la Constitución, dando paso al establecimiento de un régimen sin más límite que la voluntad del presidente imperial. Para vergüenza de los senadores de Morena y su pastor, Ricardo Monreal -cuya familia desde hace décadas gobierna Zacatecas-, en unas cuantas horas, sin quorum (mínimo de miembros de una asamblea para su legal funcionamiento) y violentando todos los procedimientos legislativos, se modificaron 20 leyes que regulan (o regulaban) el funcionamiento de algunas instituciones; entre ellas, la que permite a los ciudadanos informarse de los asuntos públicos y privados de su interés (INAI); la que estimula el desarrollo de la creatividad y la inteligencia (Conacyt); y para ocultar los latrocinios en el Instituto Nacional para el Bienestar y la Salud (Insabi), bastó con desaparecerlo, condenando a miles de personas a la muerte. El simbolismo que representa la fotografía de los serviles senadores recibiendo órdenes directas de caudillo en Palacio Nacional, es un exceso que hubiese sonrojado al mismísimo Porfirio Díaz. ¡Vaya, ni Calles se hubiese atrevido! ¡Fuera máscaras! El adalid de la democracia revela su verdadero rostro.
Mientras tanto, los “corcholatos”, atrapados en los juegos del dueño del tablero, recorren el territorio nacional con una capacidad de ubicuidad que el mismísimo Houdini hubiese envidiado, gastando grandes sumas de dinero sin origen conocido y desatendiendo las responsabilidades de su encargo, en un esfuerzo digno de mejor causa. La parodia que representan solo podría ser superada por la simulación de un contagio de COVID inexistente para encubrir la impúdica operación, dirigida desde el centro de poder político, para acabar de desmantelar, de una vez por todas y ante el asombro de sus odiadas clases medias, las instituciones que limitan la omnímoda voluntad del prócer, “Es una estrategia política”, dijo AMLO en la mañanera del día 4 de enero del corriente año, “con los pobres uno va a la segura, ellos sí votan por nosotros” (Sic). Entre tanto, los líderes sociales, obreros, empresariales y algunos religiosos, amparados en una falsa institucionalidad, conviven con su verdugo en un ejercicio de simulación propio de una novela de distopía política.
Un pueblo sin aspiraciones no tiene futuro. Educación, salud, empleo y vivienda, son las catapultas que impulsan a los pobres a superar sus limitaciones de origen. Las sociedades que tienen mejor distribución de la riqueza son sociedades de clases medias. Sin riqueza no hay justicia social. La pobreza solo distancia a quienes aspiran a la igualdad. Ser representante popular exige actuar cumpliendo con un mínimo de valores que están por encima de cualquier consigna. Por el bien de la Patria, el Senado debe recuperar su dignidad.