La mirada burocrática de la realidad
Les propongo un jueguito. Juguemos a que soy un alto funcionario o funcionaria -no cobro menos de 100 mil pesos al mes-, corbatita Ferragamo o vestido de diseñador de Julia y Renata y todo, y les anuncio con beneplácito:
“Hoy inauguramos el Seminario de Lanzamiento de Metro Resilience Guadalajara, Reunión de Alto Nivel para desarrollar una estrategia de gobernanza y resiliencia metropolitana por medio de un modelo operativo de centros de acopio a través de Puntos Verdes que se basarán en un enfoque de economía circular para la correcta clasificación y valorización de los residuos sólidos urbanos, mismos que, déjenme darles la buena noticia, tendrán un potencial de escalabilidad y replicabilidad. Este es el proyecto de resiliencia urbana más importante en las últimas décadas en la metrópoli”.
¿Alguien entendió algo? Les juro que esa palabrería, casi textual, fue usada en la rueda de prensa del Imeplan y el Gobierno de Jalisco para anunciar el programa allí mencionado. Después de casi 50 minutos de terminajos envueltos en un mar de tecnicismos anestésicos que no dicen nada, no queda claro qué harán y, mucho menos, cómo lo harán. Esto es lo que denomino “la mirada burocrática de las cosas”, una moda de los gobiernos “progres” para desactivar con palabras y disfrazar de acciones positivas una realidad problemática (en este caso, la gestión de la basura).
El programa Metro Resilience Guadalajara -así en whitexican para que suene lo más alejado de la gente común- debería ser, o es, una buena noticia: la Unión Europea donó a la ciudad 2.1 millones de euros para que Barcelona, ciudad hermana, nos ayude a colocar nueve Puntos Verdes en bosques de la metrópoli para la “disposición responsable” de la basura por parte de los ciudadanos. La ciudad catalana tiene 130 puntos verdes (contenedores) por zona, barrio y móviles que funcionan de maravilla, pero en Guadalajara…
Lo primero que uno se pregunta es: ¿cuál será la diferencia con los 234 Puntos Limpios en Guadalajara? Esta política ambiental, que debería ser una solución, se ha convertido en un problema debido a que el burócrata que la imaginó, lo hizo desde un escritorio sin considerar que en esta ciudad no existe una cultura del reciclaje; en realidad estos contenedores ahora son tiraderos de escombros y focos de infección.
De hecho, por ley deberíamos separar la basura en todo el Estado, pero desde hace años, ciudadanos, gobierno y empresas, violamos esa disposición.
También enfrentamos una inminente crisis con la basura: carecemos de un acuerdo para un vertedero metropolitano a largo plazo; Matatlán sigue operando según denuncian vecinos que ayer se manifestaron; Laureles carece de un plan claro de remediación, ha empeorado la calidad del servicio de recolección de basura y nuestra cultura del reciclaje está en pañales.
Esa es la realidad que enmascaran expresiones rimbombantes como “resiliencia urbana”, “ciudad sostenible”, “mitigación de riesgos”. De eso hablan nuestros funcionarios de “alto nivel”. Pero de las vicisitudes de gente real con problemas de salud real por los lixiviados y los servicios públicos deficientes, eso se trata en reuniones privadas o se esconde debajo del tapete.
Ojalá me equivoque y el programa de Puntos Verdes sea un éxito para que los tecnócratas de hoy me restrieguen en la cara, en 2030, que ellos tenían la razón.