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La marcha: por qué AMLO desprecia a Sicilia

López Obrador ha logrado aglutinar a su alrededor las esperanzas de los excluidos de la nación; ha visto bien el mal que nos corroe: la incompetencia y la corrupción de la clase política, su fasto, su colusión con los empresarios más deshonestos del país, la miserabilización de las mayorías en nombre del capital. En suma, ha logrado diagnosticar la iniquidad política. Ha hecho algo más: mostrar que el espacio democrático no está en los recintos institucionales, sino en el pueblo y en las calles. Sus movilizaciones, su obstinación en decir que en el pueblo y no en las instancias gubernamentales radica la política han recordado a la gente lo que la democracia sin adjetivos siempre ha dicho, que ella no puede ser el nombre de un arreglo particular de instituciones políticas, que no termina en las elecciones libres, que no radica en el mercado libre, que no es un sistema, sino, como lo señala Douglas Lummis, “un proyecto histórico que la gente manifiesta luchando por él” a cada paso, en cada momento de su historia.

El autor del anterior párrafo es Javier Sicilia, quien encabezará a partir de hoy una nueva marcha por la paz. La fecha en que se publicaron esas líneas es 8 de mayo de 2005.

Sicilia reconocía entonces la lucha del hoy presidente por cambiar nuestra política. Pero al mismo tiempo, en ese texto publicado originalmente en Proceso, el poeta advertía que “en su tarea de jefe de Gobierno (AMLO) ha cometido muchos de los mismos errores que critica: ha solapado la corrupción de su equipo de gobierno, ha usado recursos públicos para apuntalar su poder y su imagen, ha hecho alianzas innaturales, tiene propensión al mareo, a la confrontación y, al igual que Fox, a la sordera”.

López Obrador ha desdeñado la marcha que Sicilia y otros activistas por la paz arrancan hoy con destino a Palacio Nacional.

En casi catorce meses de presidencia inapelable, AMLO se cuida de no prestar protagonismo a ningún actor ajeno a su movimiento. Y menos lo hará con Sicilia, que ya ha demostrado capacidad de movilización de ciudadanos.

El propio Javier advertía, en ese texto, que López Obrador y la izquierda marginaban a quienes buscaran participar en la democracia desde “fuera de los lugares exclusivamente consagrados a la política y a lo que AMLO considera su proyecto de gobierno alternativo”.

De ahí que no debe extrañar que, como lo hiciera en 2004 con la marcha ciudadana contra la violencia, hoy Andrés Manuel buscará restar importancia al reclamo que caminará desde la capital de Morelos al Zócalo.

Porque una marcha es más que solo una protesta. Es la irrupción de un grupo que busca participar en el debate, en las decisiones que de él surjan, y no dejar solos a los políticos a la hora de marcar el rumbo.

O en palabras de Sicilia de ese texto de 2005: “El proyecto que propone López Obrador para la nación es mejor que el del foxismo, que el de los neoliberales y que el de la pura corrupción priista. Pero, como él mismo nos lo ha enseñado en el último año, hay que limitarlo. Limitar no solo el poder político del PAN y del PRI, sino el suyo propio y el del PRD, es un gesto democrático. Es obligar al poder a autolimitarse para que podamos asociarnos libremente y con mutua confianza, y hacer siempre presente la aventura democrática que es inseparable de la gente, de sus lugares y de sus problemas”.

Pero lo anterior -democracia, gente, lugares y problemas-- si no lo tienen en el centro en exclusiva a él, le disgusta grandemente a López Obrador.

Por eso AMLO buscará opacar al máximo el reclamo que Sicilia encabezará. No solo porque su administración tiene malas cuentas en la lucha contra la delincuencia, no solo porque sabe que los colectivos de víctimas pueden cuestionar con credibilidad su triunfalismo, y tampoco porque Sicilia lo ha denunciado históricamente.

No, vituperará la marcha sobre todo porque es consciente de que hoy nadie reta su liderazgo, y no va a darle visibilidad a quienes podrían restarle protagonismo político. Las víctimas, qué. Él solo piensa en poder.

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