La madre entregó a la Policía al presunto agresor de Luz Raquel
Juan José Frangie lo presumió como si fuera digno de entrar a su informe de actividades, como si la captura estratégica hubiera consistido en horas y horas de búsqueda, de intervenciones telefónicas y de volcar al aparato de inteligencia solo en él. Pero no. A Ismael, el vecino de Luz Raquel Padilla, lo entregó su propia madre.
Desde que se viralizó la triste publicación póstuma en la que Luz Raquel exhibió las amenazas que alguien pintó en las escaleras del edificio departamental en donde ella vivía, a Ismael le llovieron amenazas. No fueron decenas, sino cientos de escritos que inundaron su muro de Facebook y otras de sus redes sociales, los que recibió para advertirle que, ante el señalamiento público que la joven madre hizo en su contra, lo iban a matar.
Él huyó y no. Se fue de casa porque evidentemente la Colonia Arcos de Zapopan ya no era un lugar seguro para él, pero tampoco abandonó sus actividades. Al día siguiente, y cuando la noticia ya circulaba a escala nacional, Ismael se puso su uniforme y cubrió su jornada laboral. Pero su madre, al tanto de las amenazas, fue quien pidió apoyo de las autoridades.
La señora se acercó a la Policía de Zapopan. Preguntó qué podría hacer para salvar a su hijo de una multitud iracunda que ya había planeado rociarlo con gasolina y prenderle fuego, tal y como ocurrió con Luz Raquel.
Ahí le respondieron que la mejor manera de protegerlo era tenerlo bajo resguardo de una autoridad y ella fue por él. Cuando Ismael se presentó al edificio de la corporación, los oficiales lo llevaron a la Zona Industrial sin siquiera colocarle las esposas. Él subió a la patrulla y entró a la Fiscalía por su cuenta.
Así, sin más. Sin un “trabajo operativo y de inteligencia coordinado con la Fiscalía” como presumió el alcalde.
El feminicidio de Luz Raquel es un caso horrible por donde se le vea. Es una escalada de hechos desafortunados que culminó con una tragedia que no termina en la muerte de la mujer, sino en lo que le depara a un niño con autismo de solo 11 años.
De poco importa ahora si el DIF Zapopan, el Gobierno del Estado y hasta la Unicef deciden abrir espacios para atenderlo. Su madre ya no está y ella era quien lo cuidaba.
Es, como el propio gobernador Enrique Alfaro lo dijo, un tema de descomposición social brutal. Una postal más para un México bañado en sangre y violencia y una víctima adicional dentro de una realidad que ninguna estrategia ha podido revertir.
El feminicidio de Luz Raquel revive la memoria de Vanesa Gaytán, asesinada en abril de 2019 por su pareja justo afuera de Casa Jalisco; nos recuerda a Gabriela Ayala, quien murió hace siete años a manos de un pretendiente a quien ella rechazó y nos recuerda a Georgina, o “Sol”, quien se suicidó en 2016 junto con sus hijos cuando comprobó que las instituciones, la autoridad, el sistema, le cerraron las puertas cuando clamaba por ayuda.
No importa la administración o el partido que gobierne; lo que trasciende es el vacío de justicia, el desinterés de las instituciones que se hicieron para servir y sí: la nula empatía de una autoridad con la mira puesta en sitios muy lejanos a los de esa realidad lacerante que sacude a la sociedad que prometió refundar.