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La luz que brilla en la mente

Una vez más te invito a buscar un momento tranquilo y a reflexionar sobre un tema de fondo que no siempre es lo más relevante en los noticieros, pero que en el trasfondo afecta a todos y que tal vez podríamos encontrar como la luz que dese la mente, ilumine nuestro propio corazón.

Pues bien, en todas las épocas de la historia y en todos los tiempos pasados, se ha constatado que las calamidades no vienen solas, unas veces vienen de la mano, otras se siguen como en cadena, y en ocasiones provocadas; y cuando creemos ya estar libres de todo percance, sorpresivamente aparecen nuevos males y problemas.

Y también a lo largo de toda la historia podemos constatar que asombrosamente, nosotros, los seres humanos, dotados de inteligencia y voluntad, y con potenciales superiores a todas las especies creadas, vamos siempre creando problemas nuevos o provocando situaciones absurdas, de las que luego no sabemos cómo salir.

Sería tan hermoso vivir en la luz, en la paz, en armonía con el entorno y con nuestro propio corazón.

Cuando todo mundo habla de crisis, vienen los apagones y cuando se solucionan, caen tormentas, nevadas e inundaciones...

En fin, es lamentable que la energía eléctrica siembre caos dejando en la oscuridad a varios miles habitantes, tan sólo en nuestro país. Pero es verdaderamente más lamentable que la luz de la inteligencia y la cordura se apague en las mentes y en los corazones de una infinidad mucho mayor de personas, y peor aún en la de aquellos que se creen inteligencias superiores y también en quienes tienen en sus manos el volante.

Es notable cómo al leer la Biblia, en el primer renglón del Génesis dice que lo primero que Dios creó fue “la Luz”, y allá

después de “cuatro días” o etapas, puso las luminarias en el cielo: el sol y la luna. es decir, la capacidad para reconocerlas.

Lo que no nos queda claro, que la luz de la mente es la que nos permite ver y reconocer todo el entorno, todo lo que existe, incluso el brillante sol y las hermosas estrellas.

Por eso es importante, abrir la mente, para que los sentidos puedan percibir, con esa claridad que poseemos en nuestro ser, pero que ni siquiera sabemos explicar cómo y por qué, es lo que nos da la capacidad de entender las cosas del mundo y de la vida en su verdadera realidad.

No llegamos a distinguir lo que es bueno y lo que es malo, no podemos discernir lo que nos conviene y lo que no, por eso nos vamos dejando llevar por los vientos que soplan, o escuchando y creyendo a quienes gritan más fuerte, y lo peor: muchas veces sin analizar y verificar si sus razonamientos son acordes con una verdad absoluta o si detrás de tanta palabrería hay verdadera consistencia.

Por eso es importante en estos momentos cruciales, pedir a Dios el don de la Fe, una fe que es luz que supera lo que perciben nuestros sentidos y que el corazón ratifica.

Por eso es importante aprender a leer.

Leer no sólo en libros y periódicos, sino también en la naturaleza, en los acontecimientos y en los signos que vemos cada día.

Por eso es importante hacer preguntas a nuestro propio ser, y darnos cuenta de qué calidad es nuestro razonamiento.

Darnos cuenta si nos quedamos en lo superficial, o si somos capaces de ahondar en lo verdadero del mundo y la vida y qué es aquello que nos lleva a la verdad suprema que procede de nuestro Creador y que nos ilumina verdaderamente en todos los aspectos como personas superiores, inteligentes y capaces de vivir en sintonía con lo que Dios, Creador del Universo, soñó al dar vida inteligente a la especie humana

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