La jinete de Cuacolandia
Los seres humanos tenemos diferentes formas de trascender en la vida, una de ellas (para mí de las más significativas) es abrazar una causa, la que sea, que mejore nuestro entorno; algo en lo que creamos, que nos apasione. Elena Larrea lo tenía claro y, durante los últimos cinco años, la activista y modelo se dedicó a rescatar caballos. Su amor por los equinos la llevó a crearles un gran refugio: Cuacolandia.
Aunque su labor como rescatista y defensora de los animales ya era conocida, la joven jinete atrajo la atención cuando, tras la pandemia, tuvo que abrir un OnlyFans para poder seguir costeando los gastos del lugar. “Un amigo me dijo ‘abre OnlyFans’, y yo no de ‘no, no seas descarado, güey, yo no me quiero encuerar”, compartió Elena durante una entrevista.
El santuario, como ella lo llamaba, se ubica en Atlixco, Puebla, y desde que abrió sus puertas ha recibido cerca de 350 caballos, burros y hasta cerdos, chivos, perros, gatos y una oveja con parálisis en la columna, a la que le mandaron a hacer su andadera.
El costo mensual por atenderlos, alimentarlos y brindarles un espacio para vivir en libertad llegaba hasta los 100 mil pesos que Elena costeaba vendiendo contenido para adultos. Un OnlyFans con causa (#OconCausa), y por lo que su familia dejó de hablarle.
“Les quiero recordar que el 90% del financiamiento de Cuacolandia proviene del #OconCausa, así que si te gustan las mujeres vaqueras, rebeldes, tatuadas y necias, y aparte quieres apoyar el rescate y rehabilitación de caballos, suscríbete. También nos puedes apoyar fuera de esta página haciendo donativos en efectivo, especie, algún tipo de colaboración o simplemente dando like y compartiendo nuestros videos”, se lee en sus redes sociales.
La rescatista de 30 años de edad, que desde niña amaba los caballos, falleció el pasado 19 de marzo, tras una cirugía. La joven jinete decía que su destino era rescatarlos y para eso estaba en el mundo, para que dejaran de explotarlos como animales de carga o de transporte, o como máquinas de deporte. Para ella eran mucho más que eso.
Elena Larrea se volvió una líder natural, que sumó esfuerzos y presionó para que en Puebla se tipificara la zoofilia, de la que fue víctima Mila, una yegüa con severos daños a la que logró salvar, tras rescatarla. Su trabajo tocó miles de vidas y convirtió Cuacolandia en un paraíso para los caballos. Cambió la forma de ver a los animales.
En redes sociales generó una gran comunidad. Se convirtió en una influencer (no de las que muestran sus viajes o bolsos y zapatos de marca) que dedicó sus contenidos a una causa: salvar a los caballos. Y aunque su labor le generó criticas y hasta amenazas, ella se mantuvo valiente defendiendo en lo que creía, el derecho de los animales. Miles de personas, incluidas artistas, figuras públicas y personajes de la política, se lo reconocieron.
Hay quienes trabajan a favor de mujeres o infantes, de personas con discapacidad, o adultos mayores; que impulsan proyectos en pro del medio ambiente o acompañan a quienes están pasando por alguna situación difícil. Es gente que deja huella. Sea cual sea su causa, saben y entienden para que están aquí. Son personas que, en un país en caos, dan esperanza en la humanidad con su legado.
Todos y todas ellas son ejemplo para preguntarse, ¿cómo queremos ser recordados? Porque ese será nuestro legado.
Descanse en paz, Elena Larrea, y que su lucha siga a galope como en Cuacolandia.