La huesuda
Bailo y canto en tu tumba, te llevamos alimentos y bebidas, hasta el mariachi nos acompaña, pero tú no te acerques a mi cuando quieras.
Déjame en paz, que yo te dejo a ti, vive tu vida eterna y no vengas a visitarme, quiero vivir. Cuándo has visitado a mi familia, te has llevado a algunos, nos dejaste con lágrimas y dolor, no queremos que vengas a tocar la puerta del hogar y entres como si nada.
Una vez al año, está bien festejarte, pero los demás no queremos tu indeseable presencia, nos atormenta que llegues inesperadamente y nos muestres tu cara de horror.
Osamenta que nos recuerda qué limitados somos y cuan frágil y efímera puede ser la vida.
Embriágate, atragántate de todo lo que te gustaba en vida, pero ahora sin estómago y paladar, no nos vengas a asustar.
Los mexicanos si te tenemos miedo, particularmente si te vienes a llevar a nuestros padres, hermanos o hijos. Pero al mismo tiempo, hacemos mofa y burla de tu catrina presencia.
Derrochas una fiesta que da vuelta al mundo, cuando nosotros en realidad lloramos a nuestros muertos. Parece que somos indiferentes a la calaca y nos disfrazamos de ella, pero nos quema el alma, si nos la aplicas pronto.
Ay huesuda, queremos que te lleves a nuestros enemigos, pero que no toques a mis compadres y amigos, que te sigas de largo con tu perniciosa intención de terminar nuestros cantos y alegrías.
Qué bueno que sólo un día del año te tenemos presente, porque no quiero saber de velorios y entierros. Tampoco de quirófanos y terapias intensivas, porque así te has llevado a muchos.
Si acaso vas a venir por mí, avísame con tiempo, para tener la maleta lista e irme tranquilo.
Pero eso sí, quítame éste maldito miedo a tu abrupta y sorpresiva presencia. Y si así lo vas a ejecutar, ten compasión de mí.
Ahora sí querida huesuda, calaca de mi vida, quedamos de acuerdo tu y yo, que no me he de escapar de tus brazos pero cuando lo hagas, dame tu cariño y déjame aún gozar de ésta linda vida, hasta que llegues por mí.