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La “histórica” reducción en cifras de inseguridad

“No sé quién es su fuente, pero está equivocada”, me dijo en alguna ocasión, y en tono molesto, Luis Carlos Nájera. Era el poderoso primer fiscal de Jalisco: el que tenía a su cargo a la Procuraduría, a la Policía Estatal, a la Policía Vial y hasta al Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.

Me retó públicamente a que le demostrara que la gente se abstenía de denunciar y que por eso los indicadores de secuestro habían bajado. Para él, la cifra negra no existía.

No es un tema de sexenios: es la naturaleza de las autoridades. Si el indicador baja, todo marcha bien. Pero si el indicador sube: también, pues eso significa que la gente se atreve a denunciar y que confía plenamente en ellas.

El “juego” de las cifras no es cosa menor. Estar por debajo de la media nacional en un país que registra un promedio de 90 asesinatos por día está lejos de ser un logro. Jalisco, el Estado con más desaparecidos, no es un oasis en este desierto donde la arena está impregnada de sangre. Presumirlo como un avance es, cuando menos, cínico. Les guste o no a las autoridades.

Esta semana, el gobernador en turno aseveró que las cifras federales le dan la razón: que Jalisco está en el mejor momento de seguridad en los últimos años según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, un sistema que se nutre con las cifras que las mismas fiscalías y procuradurías estatales envían a la Federación. ¡Plop!

El que un ciudadano lea que los delitos bajaron 60%, los homicidios 21%, los feminicidios 38% y que ya hay 61% menos percepción de inseguridad es sólo eso: una lectura. Todas y todos sin excepción colocamos doble candado en la puerta, llevamos lo mínimo indispensable en los bolsillos y encendemos alerta si un individuo camina o se acerca en moto hacia el mismo rumbo que nosotros.

La realidad es dura para quienes no tienen escolta 24/7. Esa situación, de entrada, envuelve al protegido en una burbuja de seguridad ficticia que no le permite ver más allá. Por eso, sin tapujos, puede presentar un informe de seguridad dentro de un edificio blindado por guardias armados y atreverse a decir que, gracias a la coordinación entre gobiernos, Jalisco está en su mejor momento.

Aunque el residente en turno de Casa Jalisco se moleste, Jalisco NO presenta una reducción histórica de inseguridad. Imposible que eso se tome como cierto en la administración en la que se cometió un feminicidio a plena luz del día afuera de su residencia oficial, en la que su predecesor fue asesinado, en la que 11 personas fueron acribilladas en La Jauja, en la que ocho trabajadores de call centers fueron asesinados, en la que se detonaron minas en el primer cuadro de Tlajomulco o en la que cinco jóvenes en Lagos de Moreno fueron privados de su libertad y miles de familias guardan luto a la espera de que alguien les confirme que un cuerpo hallado en fosas pertenece a su hermano, a su padre, a su madre...

Tampoco podemos decir que los agentes de seguridad están tirados en una hamaca. Ojo: los agentes. La realidad es que se denuncian tantos delitos por día (56 en promedio) que es imposible atenderlos todos. Simplemente, el Estado se encuentra rebasado en atención del delito, y en la arrogancia de entregar buenas cuentas a cualquier costo, se incurre en el engaño. Y la ciudadanía no lo merece.

Discursos aparte, administraciones aparte, la tarea elemental de una autoridad bien remunerada -porque lo está- es garantizar seguridad a sus ciudadanos. Si ese principio no se cumple, la razón de ser de esa autoridad no existe. Punto.

Que el gobernador dé la cara en temas de seguridad tampoco está mal. No podemos esperar a que salga derrotado y reconozca que la delincuencia va ganando la batalla, pero arrojar culpas al mensajero -a la prensa que quiere que le vaya mal a Jalisco- antes que al delincuente, es un contrasentido básico que va a enmarcar una administración bañada en soberbia, con miles de millones de pesos invertidos en combatir la inseguridad, y sí: pocos resultados.

isaac.deloza@informador.com.mx

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