La guerra que nos imponen
La Zona Metropolitana de Guadalajara vivió otra jornada de guerra el lunes 21 de mayo. El intento de asesinato en contra del ex fiscal de Jalisco y actual secretario de Trabajo, Luis Carlos Nájera Gutiérrez, desató una persecución policiaca y la detención de seis supuestos sicarios, lo que fue repelido por los criminales con bloqueos callejeros con vehículos incendiados. La batalla del lunes dejó tres muertos, y varios heridos.
La batalla fue vivida por miles de tapatíos directamente, cientos de miles más a través de redes sociales. Es una guerra verdadera. Los estruendos de las armas largas de alto poder se escucharon por más de un minuto; el mismo ex fiscal sostuvo que fue atacado por un grupo de élite pertenecientes al cártel que quiere asesinarlo.
Este solo episodio, de miles que hemos tenido, debe movernos a repensar la situación de violencia que tenemos en Jalisco y México.
Para empezar, debemos asumir que la guerra que padecemos no es normal. Es una situación anómala que debemos dejar de “naturalizar”. Las jornadas de violencia que se viven cotidianamente en Guadalajara o el resto del Estado, deben dejar de considerarse como nota roja y tratarlos como lo que es en realidad: el principal problema político que enfrentamos como sociedad.
Desde hace 12 años el Estado mexicano, y todos sus niveles de Gobierno, han intentado hacernos creer que estamos enfrentando una “guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado”.
La declaratoria de “guerra” fue lanzada por Felipe Calderón el 11 de diciembre de 2006 apenas unos días después de asumir la presidencia, tras unas elecciones fraudulentas. Esa vulgar maniobra política, lanzada por un grupo para afianzarse en el poder, ha sido pagada con una alta cuota de sangre por la sociedad. Entre el sexenio del panista Calderón y el priista Enrique Peña Nieto, se contabilizan oficialmente más de 250 mil asesinados y más de 35 mil desaparecidos.
Solamente en Jalisco, la supuesta “guerra contra el crimen organizado” ha dejado 12,751 personas asesinadas violentamente entre 2006 y 2017. Además de 5,000 desaparecidos.
Los gobernantes dicen que no se puede parar porque las organizaciones criminales “son muy poderosas”. Pero no nos dejemos engañar por los gobernantes.
Las conclusiones de esta “derrota” solo tienen dos explicaciones: una profunda incompetencia de las fuerzas públicas para derrotar al crimen organizado a pesar de los enormes recursos humanos y financieros dispuestos por el Estado para ese fin, o, la complicidad de las fuerzas estatales con las organizaciones que controlan estos negocios del capitalismo ilegal. Yo me inclino por la segunda explicación.
No se trata de una supuesta “guerra” difícil de ganar, sino de una violencia que ha sido administrada y simulada para mantener y crecer un gran negocio como el narcotráfico y otros que no sólo dejan ganancias a los cárteles, sino que a la vez son recursos esenciales para el funcionamiento del sistema político, y una fuente fundamental para el sistema financiero mexicano.
Desde esta lectura, la “guerra contra el narcotráfico”, para beneficio de la triada Estado-capital ilegal-crimen organizado, es una mera simulación que ha detonado una guerra que padece la sociedad y que propicia episodios de violencia, como los que tenemos en Jalisco.
(rubenmartinmartin@gmail.com)