La guerra de los pasteles de Costco
Como un soldado de la información, me dispuse a investigar qué hay detrás de la llamada “guerra de los pasteles de Costco”. Quería extraer alguna conclusión edificante sobre el libre mercado, el clasismo y la economía informal, pero la lección llegó por otro lado.
En la última semana se viralizó la supuesta restricción de Costco para vender máximo cinco pasteles por socio el mismo día. El argumento, según reportaron en redes y medios tradicionales, era que revendedores informales acaparan la oferta de pasteles. Esto deja a los “verdaderos” socios sin su pastel (en Internet dijeron que la primera en quejarse fue una señora de Las Lomas).
Hasta ahí tenía yo, oh inocente de mí, una gran historia de clasismo corporativo y ciudadano.
Tras una hora de documentación, en la web oficial de Costco me topé con esto: “Nuestros almacenes están diseñados para ayudar a las pequeñas y medianas empresas a reducir los costos de compra para reventa y para el uso comercial diario”.
¡Qué gran historia! Una empresa que promueve la reventa restringe la reventa de pasteles.
Un meme mostraba una tablilla con los tonos de la piel en donde según el color, blanco o moreno, eres “revendedor mugroso” o “emprendedor exitoso”. Se asomaba un potencial debate sobre discriminación, ¿no? Pues no.
Tomé más notas. Me enteré que Costco, fundado en 1976 por un par de californianos, tiene 124 millones de socios en 14 países y factura más de 222 mil millones de dólares al año.
Su éxito se basa en buenos precios, pues compra a fabricantes; calidad de sus productos y una oferta mínima. Costo ofrece 4 mil variedades de productos por tienda; Walmart pone a tu disposición hasta 140 mil.
Irresponsablemente dejé al final la verificación del hecho. Alerta: no encontré por ningún lado la política oficial de Costco para limitar la venta de pasteles. Todas las notas referían como fuente a “una tiktoker” o “un video en redes”.
Inquieto (invertí media mañana en esto) llamé al Costco de Tlajomulco. La señorita de pastelería me dijo que no había ninguna restricción. Casi me voy de espaldas. Llamé como loco a todos los Costco que pude en la República.
En una sucursal de Guanajuato la venta se limita a dos pasteles por socio; en Satélite de la Ciudad de México se limita a cinco, pero en muchas tiendas no hay restricción.
Al parecer se trata de políticas formuladas al tanteo por algunos gerentes en turno y no una política corporativa. No imagino a altos ejecutivos diciendo: “especulemos con el cheesecake”. Ni tampoco creo válida la teoría del marketing disfrazado. Costco no necesita publicidad.
Mi conclusión es más humilde: las redes sociales, replicadas por los medios, son un impresionante vehículo de desinformación.
Y sobre la restricción arbitraria de algunas tiendas, sí es injustificable y clasista. Quién no les dice que por ahí anda un revendedor o revendedora de pasteles que llegará a magnate y luego a presidente o presidenta. ¿O sólo vendiendo gelatinas se hace uno millonario?
jonathan.lomeli@informador.com.mx