La ¿era? Biden
¿Qué tanto poder tiene en el momento actual un presidente? En lo que mira al poder interno, la pregunta puede tener diversas respuestas. Desde el punto de vista de los gobiernos democráticos, donde los haya, el poder de un presidente o primer ministro estará siempre acotado por el parlamento. Aún así, los mandatarios tienen siempre un amplio margen de maniobra, como pudimos ver durante el gobierno de Trump. En los países democráticamente subdesarrollados, como Rusia o las naciones latinoamericanas y africanas, el poder interno tiende a ser total, como en las antiguas monarquías absolutas, y con sus excepciones.
En lo relativo al poder externo solamente quienes presiden grandes potencias pueden tener una verdadera influencia, incluso determinante en muchos aspectos. Es el caso de los presidentes norteamericanos.
No obstante, hoy día son muchas las voces expertas que niegan incluso a estos presidentes un poder verdadero, toda vez que el mundo se mueve en términos de “política débil” y economía fuerte, es decir, si lo importante es el dinero, serán los dueños del capital quienes no sólo determinen al gobierno, sino que incluso decidan quién deba gobernar, lo cual incluye el tipo de parlamentarios que se proponen y se votan, gobiernos pues constituidos por administradores de alto perfil burocrático y convencida docilidad a las leyes del mercado. Trump no escapó a esta definición, pues él mismo venía siendo uno de los grandes capitalistas norteamericanos, con la sola diferencia de las malas maneras y una codicia que no admitía mengua, si bien la presentaba bajo el lema de “volver a hacer grande” a Estados Unidos. De cualquier modo, hace ya muchos años que la presidencia norteamericana ha recaído no sobre políticos que quieren hacerse ricos, sino sobre millonarios que quieren ser políticos, o a través del senado le han apostado a serlo, con lo cual la democracia estadounidense más bien podría ser considerada una plutocracia con compromiso democrático. Algo semejante sucede con las potencias europeas.
El nuevo gobierno de Biden ha iniciado con tres condiciones paralizantes: la epidemia, la crisis económica y la herencia de Trump. La herencia de Trump significa 74 millones de norteamericanos que buscaron su reelección y que por lo mismo se ajustan más o menos al perfil de esta persona e incluso la rebasan como se pudo ver en el asalto al Capitolio, si la democracia de Estados Unidos continua en descenso, estos millones de votantes mantendrán su beligerancia.
Económicamente el vecino del norte conserva todavía una gran fuerza, parte de la cual la obtiene por la usura mundial que ejerce, pero también por su gran desarrollo en todos los campos de la ciencia, por su dominio en las carreteras de la informática, profesionalismo, organización laboral, producción alimentaria, farmacéutica y armamentista, sin olvidar sus recursos naturales.
La pandemia no es todavía de fácil pronóstico, en este punto la incerteza seguirá presente por buen tiempo.
En favor de Biden opera la renovada esperanza del cambio, una esperanza que es mundial y que han convertido en declaraciones públicas los líderes de la Unión Europea, entre otros muchos que se alarmaron justamente ante las reiteradas acciones demoledoras de Trump.
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