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La desigualdad y los años convulsos

La moderna sociedad capitalista está basada en el antagonismo por definición, pues concentra la riqueza en unos pocos a costa de la calidad de vida de la mayoría que soporta esta pirámide social. Aunque esto vale para todos los tiempos, hay coyunturas donde las contradicciones y el antagonismo social se exacerban. Hoy es un momento histórico donde las contradicciones se están incrementando, como lo ha documentado la organización no gubernamental Oxfam en su reciente informe sobre las desigualdades en el mundo, bajo el nombre de “La ley del más rico”.

Como cada año, Oxfam presenta un informe sobre la desigualdad global en el marco del inicio del Foro Económico Mundial o también conocido como Foro de Davos, por el poblado suizo donde se celebra esta cumbre que concentra a miembros selectos de la minoría económica, política y mediática que gobierna el mundo.

Aunque siempre es una batalla perdida de antemano por Oxfam al hacer un llamado a las élites para que moderen sus ganancias y distribuyan la riqueza mundial, los datos que presenta en sus informes anuales representan una radiografía de la desigualdad mundial. Los datos del informe de este año llaman la atención sobre la creciente desigualdad mundial y cómo una minoría del 1 por ciento mundial está acaparando cada vez más tajadas de la riqueza. 

“La riqueza de los milmillonarios (los que tienen más de mil millones de dólares de patrimonio) ha aumentado a un ritmo desconcertante. Desde 2020, con la pandemia y la crisis del coste de la vida, el 1 por ciento más rico acaparó 26 billones de dólares (63 por ciento de la nueva riqueza generada), mientras que tan solo 16 billones de dólares (37 por ciento) llegaban al resto de la población mundial. Por cada dólar de nueva riqueza global que percibe una persona perteneciente al 90 por ciento más pobre de la humanidad, un milmillonario se embolsa 1.7 millones de dólares. La fortuna de los milmillonarios ha crecido a un ritmo de dos mil 700 millones de dólares diarios. Esto se suma a una década de ganancias históricas en la que el número de milmillonarios y su riqueza se han duplicado”. La riqueza de un día de los mil millonarios, dos mil 700 millones de dólares, es equivalente a unos 54 mil millones de pesos, semejante al presupuesto de cinco años de la Universidad de Guadalajara. 

El contraste ante este escenario de opulencia para los más ricos ocurre en una coyuntura mundial marcada por el aumento de la inflación y la consecuente carestía de la vida, el aumento de los energéticos y la crisis de alimentación que ha provocado un aumento desmesurado en la población que padece hambre. Datos del Programa Mundial de Alimentos de la ONU revelan que ahora hay 349 millones de personas en 79 países enfrentan una inseguridad alimentaria aguda, 200 millones de personas más que antes de la pandemia por COVID-19. 

Pero las penurias y carencias de las mayorías se traduce en bonanza para las grandes corporaciones. Según Oxfam, en 2022 “las empresas energéticas y de alimentación duplicaron sus beneficios distribuyendo 257 mil millones de dólares en dividendos a sus ricos accionistas; todo ello mientras más de 800 millones de personas se iban a la cama con hambre cada noche”.

Desde hace años Oxfam, como otras ONG’s internacionales, insisten en al necesidad de aumentar los impuestos a los más ricos dado que los mega millonarios y las corporaciones tributan, en porcentaje, menos que el ciudadano promedio. El controvertido multimillonario Elon Musk, dueño de Tesla, SpaceX y ahora de Twitter, tiene acumulada una riqueza de 219 mil millones de dólares, pero apenas paga 3 por ciento en impuestos cuando un trabajador promedio paga 10 veces más en proporción de impuestos. 

Al respecto Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional, señaló: “Gravar más a los súper ricos es un requisito estratégico para reducir la desigualdad y revitalizar la democracia. Debemos hacerlo (…) Para lograr unos servicios públicos más sólidos y construir sociedades más sanas y felices. También para abordar la crisis climática, invirtiendo en soluciones que contrarresten las escandalosas emisiones de los más ricos”.

Pero es un llamado que hace oídos sordos a las élites ricas del mundo. Me temo que se necesita algo mucho más fuerte que informes sobre la desigualdad mundial para imaginar un mundo más justo. El mundo atraviesa graves crisis (económica, climática, energética, alimentaria) que están provocando estallidos sociales que exigen cambios sociales y políticos radicales. Se vienen años convulsos. 
 

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