La democracia y los nuevos políticos millennials
La generación millennial –aquellos nacidos entre 1980 y 1996– entra finalmente a la política mexicana. En un contexto de creciente polarización social y hartazgo con la política nacional, cabe preguntarnos cuál es la relación de esta generación con un instituto democrático fundamental: los partidos políticos. Porque en unos cuantos años más, el grueso de la clase política mexicana será, precisamente, millennial.
Partamos de una realidad fundamental: no existe democracia sin partidos políticos. Partamos de otra innegable realidad: las candidaturas independientes y las organizaciones de la sociedad civil complementan a los partidos, pero no son sustitutos. Ambas ejercen una trascendental labor de presión externa y enriquecen el debate público, pero no son los vehículos fundamentales para llevar a cabo cambios políticos, y de política pública, fundamentales. Si a las empresas les ha sido difícil retener talento millennial, incurriendo en altos costos por el elevado número de rotaciones, ¿qué efecto tiene esa idiosincrasia sobre los partidos políticos y, más ampliamente, sobre la democracia?
Los números no son halagadores. De acuerdo a Latinobarómetro 2020, la población entre 26 y 40 años –la generación millennial– muestra los menores niveles de apoyo a la democracia, inclusive menos que la población entre 15 y 25 años (la generación centennial, o Z): solo el 39.1% dicen que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”. No resulta raro entonces que los millennials también son la generación que menos confianza tiene en los partidos políticos: solo el 1.3% dice tener “mucha” confianza, mientras que el 50.5% tienen “ninguna”.
Algunos de los políticos millennials más conocidos, como el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, o el regidor de Zapopan, Pedro Kumamoto, podrían ser ejemplo de estas tendencias. Por una parte, el alcalde regiomontano ha hecho su trayectoria política en Movimiento Ciudadano (MC): primero como líder de la bancada del partido en el Congreso de Nuevo León, y ahora como alcalde de Monterrey, todo sin militar en partido político alguno. Se opone a que MC se una al Frente Amplio por México, sin siquiera militar en el partido político que desearía no se uniera a la coalición opositora. Por otra parte, Pedro Kumamoto siempre mostró una fuerte aversión a los partidos políticos –con cierta razón– aunque fue precisamente un partido político el que terminó impulsándolo como regidor (habría que ver si milita en el partido). Enrique Alfaro (no es millennial) no milita en MC, y recientemente declaró: “detesto los partidos políticos”. ¿Samuel García, gobernador de Nuevo León, milita en el partido político que lo llevó al poder?
La falta de compromiso de la también llamada Generación Y con la empresa se puede observar asimismo con los partidos políticos. A estos fundamentales institutos políticos los usan simplemente como plataforma para la conquista del poder, sin ningún compromiso partidista e ideológico. Serán demócratas, pero se les olvida que sin partidos políticos –los cuales se nutren fundamentalmente del debate ideológico y el compromiso de sus militantes– la democracia no existe.
@FernandoNGE
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