La danza en Palacio Nacional
Entran los ayoyotes por la puerta principal, bailan los cascabeles que resuenan los danzantes, clamando por un nuevo amanecer.
Mujeres con mantas multicolores cantan en coro, “gelatinas, gelatinas, tamalesss, tamalesss” y el caracol retumba por todos los pasillos.
Llega la hora de la mudanza, se apagan las velas del encanto del poder, se preparan los versos de despedida y las muecas de ironía toman un nuevo rostro.
Los planes no son siempre como uno quiere, las profecías no son seguros vaticinios, sino sorpresas que uno no imagina.
A quien le cerraron las puertas, ahora le abrieron la plaza principal, se ha ganado el título de la mujer opositora. Que su carisma y gracia han tocado el corazón de la esperanza. “Y hermoso huipil llevabas, llorona, llorona, que la virgen te creí...”.
Disminuye la luz, entra el otoño, se acerca el frío invierno; Tezcatlipoca y Kukulcán se abrazan de norte a sur, para el despertar de la mujer dormida que quiere dar a luz al nuevo México, sin demagogias ni mañaneras.
Es el salto al nuevo y glorioso sentido femenino de gobernar, a circular con el corazón en la mano y vestida de rosa, a poner por delante la sonrisa, la unidad y la magia de querer volver a comenzar.
Dejemos el pasado, que hay mucha tarea por hacer, empecemos por despertar la conciencia de los apáticos, de los que bostezan con la política y no quieren saber de campañas, templetes y discursos.
El colectivo mexicano clama por nuevos horizontes, olores a perfume y vasijas de barro, que se empeñen por mejorar la vida nacional.
Pronto habrá encarnizadas batallas electorales, dará inicio el blandir de discursos y tendremos batidillos de acusaciones y peroratas por doquier.
El estilo mexicano no deja de sorprender, un folclor que nos invita a bailar con fervor por un cambio, y seguimos muchas veces exactamente igual que ayer.
Entre utopías, promesas y demagogia, el pueblo ha de nutrirse, de nuevo, con estilos originales de invitarnos a soñar y a construir nuevas ilusiones por vivir mejor.
Un México de símbolos, de Cantinflas, de héroes y villanos, de Hermelindas y Chavos del Ocho. De Memín Pinguín a los cuentos de Cachirulo y a las ventas de Madaleno.
Tendremos gelatinas, tamales, inteligencia artificial, edificios inteligentes, pero sobre todo agallas y carácter para crear una nueva versión del México bárbaro y corrupto, que aún no hemos podido eliminar. Ese es el verdadero asunto a resolver. Ya veremos.