La contrarrevolución sandinista
Hace 40 años, el 19 de julio de 1979, triunfó en Nicaragua una revolución popular contra la dictadura de la familia Somoza. Ese día miles de nicaragüenses festejaron el triunfo de la rebelión a cuya cabeza se puso el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Fundado en 1961, el FSLN estaba compuesto por mujeres y hombres idealistas que se preparaban duramente en campamentos de las montañas con el objetivo de derrocar al gobierno dictatorial de Augusto Somoza y llevar a cabo una revolución social y política que llevara justicia e igualdad a Nicaragua. Un ejemplo de ese idealismo es el testimonio del guerrillero Omar Cabezas contado en su libro La montaña es algo más que una inmensa estepa verde.
En ese momento, no había duda del idealismo que animaba a ese grupo guerrillero y a incontables organizaciones estudiantiles, populares, campesinas, obreras, urbanas, artísticas y religiosas que luchaban contra los Somoza, en el poder desde 1937, gracias al apoyo de Estados Unidos.
Dos días antes de que ingresaran las fuerzas populares a Managua, Somoza hizo lo que todos los dictadores latinoamericanos hacían: tomar un avión a Miami cargados con millones de dólares saqueados a sus pueblos.
Al llegar los sandinistas al poder, aún mantenían impulsos revolucionarios: arrancaron una masiva campaña de alfabetización, comenzaron una reforma agraria, reforzaron derechos sociales de los más pobres.
Pero lamentablemente, también desde un comienzo, algunos de sus dirigentes mostraron sus miserias éticas. Varios dirigentes sandinistas se apropiaron de las lujosas residencias de ex gobernantes y empresarios de la era Somoza que habían dejado Nicaragua. El pueblo bautizó esa rapiña de los sandinistas como “La piñata”. Era apenas un atisbo de la corrupción política y ética en la que se convirtió el FSLN. A 40 años del triunfo de la revolución, el sandinismo se ha convertido en todo contra lo que lucharon. Tras pactar con la derecha, el gobierno corrupto de Daniel Ortega permanece en el poder desde 2007.
Ahora el sandinismo se ha convertido en un gobierno autoritario y represivo. El gobierno de Ortega, y de su esposa Rosario Murillo (el verdadero poder tras el trono), respondió con represión y asesinatos a una oleada de movilizaciones arrancadas en abril de 2018: campesinos contra el canal interoceánico, estudiantes en protesta por la devastación en la reserva Indio Maíz, y pensionados contra el recorte de la seguridad social. En mayo del año pasado las movilizaciones contra el gobierno autoritario de Daniel Ortega se hicieron masivas, pero se ha mantenido al poder a costa de una represión masiva y generalizada.
Ortega y Murillo son la nueva dinastía política de ese país, ejerciendo un poder político dictatorial al controlar todos los poderes públicos, los medios de información y entregar a sus hijos varias concesiones de actividad económica. Sólo los ilusos o dogmáticos pueden llamar a este régimen revolucionario o de izquierda. La organización que fuera parte central de la rebelión contra la dictadura somocista, se convirtió en una nueva forma de opresión, aunque se vista de rojo y negro y se llame de izquierda.
Ahora a 40 años del triunfo popular, nada queda de revolucionario en el gobierno que encabezan Ortega y Murillo. Ahora puede hablarse con propiedad de una contrarrevolución sandinista.
(rubenmartinmartin@gmail.com)