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La consulta de AMLO: ensayo y error

El tema político del momento es naturalmente, la Consulta Popular 2021. De los 93 millones de mexicanos que estaban convocados a participar, sólo acudieron a mesas receptoras siete millones (todos son números redondeados, no exactos). Dos datos concretos quedan como residuales de un proceso que incendió las redes sociales, porque entre la sociedad literalmente no prendió: el primero es que la consulta nos costó 528 millones de pesos. El segundo y no menos importante, es que el resultado no es vinculante, es decir, no obliga a ninguna autoridad a proceder.

¿Entonces, de qué sirvió el esfuerzo?

El Presidente Andrés Manuel López Obrador, que no podía dejar de referirse a una consulta que fue impulsada por su oficina, la de Presidencia, subrayó en su mañanera en Puerto Vallarta, que la consulta sirve para fundar entre los mexicanos la costumbre de utilizar esta herramienta democrática; afirmó que en el futuro haremos de la consulta ciudadana algo cotidiano y no extraordinario, como lo fue en esta ocasión.

Quizá tenga razón; el tiempo lo dirá. Pero muchas cosas tendrán que cambiar, y rápidamente, porque de entrada, no podemos gastar una fortuna de 500 millones cada vez que se aplique una consulta.

También hay que modificar las preguntas. La presidencia debió haber tenido más asesoría legal (¿dónde estaba Julio Scherer, el consejero jurídico presidencial?) antes de elaborar una pregunta que por inconstitucional, fue corregida por la Suprema Corte de Justicia en pleno, para dejar un texto totalmente desconectado de la intención original, que era someter a juicio a los expresidentes y todos los que formaron parte de sus gobiernos, por haber actuado en contra la ley.

Al margen de estas consideraciones, a nadie puede sorprender la escasa atención que recibió la consulta. Y están de más las acusaciones que lanzan el dirigente de Morena, Mario Delgado Carrillo y el mismo Presidente López Obrador, acusando al Instituto Nacional Electoral por haber “boicoteado” el ejercicio. El problema no fue la organización, sino la precipitada forma como se lanzó la iniciativa -la improvisación es una marca indeleble en la 4T- y la nula operación para que el ejercicio formara parte de los intereses de los mexicanos, mucho más preocupados ahora y con razón, por la persistencia de la pandemia del coronavirus, las complicaciones económicas, el accidentado regreso a clases y la inseguridad.

¿Qué viene después de la consulta? El Presidente mismo ya lo anticipó: el ejercicio de revocación de mandato que se aplicará en marzo del año entrante, y que tendrá el mismo objetivo político que se pretendió inútilmente con la consulta de este 1 de agosto: medir la capacidad de movilización de masas que conserva la figura presidencial. Ciertamente, el ejercicio del domingo pasado tropezó ruidosamente en este objetivo; ahora deben operar la revocación.

A manera de pronóstico: es imposible que el Presidente López Obrador pierda esa revocación, pero será imperativo que el resultado sea ampliamente favorable a su causa y sobre todo, que la votación sea tan copiosa como los más de 17 millones de votos que obtuvieron los candidatos de Morena en los procesos electorales de 2021. Sencillamente, es un eslabón más que conduce a las elecciones presidenciales de 2024 y es parte del proyecto lopezobradorista.

jonasn80@gmail.com / @JonasJAL

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