La casa de Claudia Delgadillo y la posverdad
El segundo debate por la gubernatura de Jalisco evidenció un problema más allá del formato y la calidad de las propuestas: la fractura del debate político en donde la realidad ahora es un capricho individual, no un consenso y marco referencial común.
Presenciamos un debate más fluido. El formato facilitó la participación y el intercambio de propuestas pero también de ataques. Me centraré en estos últimos porque al final afectan el valor global del ejercicio.
Por espacio analizaré sólo un episodio de los muchos ataques que hubo: cuando Lemus acusó a Delgadillo de poseer una casa en Puerta de Hierro con un valor de 60 MDP que no reportó en su declaración patrimonial.
Lo inquietante no es que Delgadillo tenga una residencia de lujo; eso no es un delito. Tampoco lo es portar un reloj de 100 mil pesos durante el debate -el costo me lo confirmó su gente. Lo alarmante es que, ante la evidencia, niegue que posee una casa en Puerta de Hierro.
“Esa casa no la tengo”, dijo durante el debate. Simplemente lo negó a pesar de que en febrero Delgadillo reconoció a un diario local que debía el predial de esa finca a su nombre. Y a pesar de que Lemus expuso una boleta registral a nombre de la morenista.
Delgadillo nos debe una explicación sobre el origen de la finca, su valor y si la ocultó. En su declaración patrimonial, consultable en la Plataforma Nacional de Transparencia, sólo reportó ser dueña de una casa adquirida de contado en 2014 por 1.7 MDP.
Pese a las evidencias, la candidata negó que posee una casa en Puerta de Hierro. Incluso sus asesores me confirmaron que es dueña de la finca. Su argumento para no aclarar el punto es que se trata de datos personales y sensibles para su seguridad.
Según el equipo de Delgadillo, Lemus exageró la evidencia porque la fotografía que mostró abarca más de una casa. Me compartieron además el recibo del predial.
La casa tiene una superficie construida de 432 metros cuadrados. Si consideramos un precio máximo de 60 mil pesos el metro cuadrado, el inmueble costaría unos 26 MDP. No 60 MDP como aseguró Lemus.
¿Sobre qué base común planteamos la discusión pública si la realidad para nuestros políticos es una decisión individual y no un consenso? Enfrentamos el mismo dilema cuando un político estira la verdad, la exagera, la falsea o la manipula para convencernos de que tiene razón.
No deseo que la crítica a Delgadillo se lea como un sesgo que favorece a Lemus. El emecista sólo es más sutil para emplear el mismo recurso que critico en la morenista. Es un rasgo de nuestra clase política actual.
Esta degradación del debate público tiene su génesis en el modelo trumpiano de la posverdad y las tecnologías de la comunicación política, es decir, las redes sociales y el internet.
Hay una crisis del marco referencial que hacía posible la discusión pública. Ahora presenciamos unas olimpiadas de cinismo para ver quién lleva más al extremo la negación o la manipulación de la realidad sin que exista un costo o una exigencia de veracidad.
Pasa como el caso en que la esposa encuentra a su marido con la amante en su cama. Le reclama airadamente pero éste le responde que en la alcoba no hay otra mujer mientras la querida se viste tranquilamente frente a ella. La esposa insiste en que le ha sido infiel. Cuando la amante finalmente sale de la alcoba, el marido se acerca a su mujer y le dice, ¿ves? No hay otra. Estás alucinando.
Las feministas usan el término “gaslighting” cuando un hombre hace creer a una mujer que su opinión carece de sentido o está fuera de lugar hasta hacerla dudar de la realidad.
Esa sensación me queda después de que escucho debatir a nuestros políticos.