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La carta póstuma y el Alzheimer de Raúl Padilla

¿Qué elementos hay para dudar y qué elementos para saber si la carta póstuma de Raúl Padilla López es real? Los pongo en la balanza.   

Me cuesta trabajo imaginar que el hombre que fundó la Feria del Libro más importante en español escriba con tal descuido. La redacción tiene faltas de ortografía, omite varios acentos de verbos en pretérito, una regla básica, y al final escribe “Sirvo mas llendome” (sic), sin la tilde ni la i griega correspondiente al gerundio del verbo ir.

Por otra parte, el tono es de un candor que calificaría de francamente cursi o sentimental. Raúl era un hombre culto, mesurado y lector ávido. En mi opinión este retrato íntimo de una supuesta carta póstuma no empata con la imagen que proyectó toda su vida.

Sin embargo, entiendo que los instantes previos a ejecutar una decisión de esa naturaleza turban al más calculador, por implacable que sea el monolito de su vida pública.  

Ni la Fiscalía ni familiares o amigos de Raúl confirmaron de forma oficial la autenticidad del documento. Sin embargo, tanto a mí como a otros colegas, personajes cercanos al círculo del ex rector aseguraron que era real. Esa es la única “certeza” que tenemos. Por eso todas las notas sobre el tema aluden a “una fuente cercana o de confianza”, pero no la citan.  

Esta presunta misiva póstuma, dirigida a “todos mis seres queridos, amigos y universitarios”, supuestamente la dejó Raúl en el lugar en donde se quitó la vida. Es la única carta a la que habría accedido la Fiscalía del Estado al encontrar el cadáver. A diferencia de las otras cuatro misivas que el ex rector supuestamente envió a Trino Padilla, su hija Jessica, su pareja y el rector Ricardo Villanueva.

Por eso la filtración de la misiva en redes sociales, si el documento es real, muy probablemente surgió de la dependencia. En otras ocasiones han filtrado materiales a la prensa u otros actores con fines políticos y ante las críticas al trabajo de la institución. Usaron este recurso al filtrar los videos del pleito vecinal de Luz Raquel, por ejemplo, para autoinculparla tras su muerte.

Finalmente el documento posee un par de renglones políticamente volcánicos. Ofrecen una razón verosímil que justifica la trágica decisión y exculpa a sus enemigos políticos (cosa nada menor y muy conveniente).

Primero refiere que el Gobierno estatal y federal lo persiguen, pero acota: “Más no es por ello que tomo la decisión. He pasado por iguales o peores circunstancias y las he enfrentado con entereza. Sucede que tengo mes y medio que me cerciore (sic) que padezco Alzheimer y/o perdida (sic) severa de memoria”.

Ese es el “párrafo nuez”. En periodismo, así se denomina el momento en el que sintetizas la revelación central de una historia. Pero en este caso se trata de una revelación incompleta. Falta la confirmación, lo cual no impide su innegable utilidad para seguir contando una historia y nutriendo el mito expansivo (y aún pendiente de narrarse) de Raúl Padilla López.

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