La calor que viene
Tengo una imagen imborrable del año pasado. Son las cuatro de la tarde. Estoy frente a la computadora -seguro escribiendo esta columna- cuando siento que algo me agobia. No estoy cómodo. Entonces veo el termómetro en la parte inferior izquierda de mi pantalla: marca 41°C.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) publicó su informe final El estado del clima global 2023. Hay una mala noticia y una peor: confirma que el 2023 fue el año más caluroso en la tierra desde la era preindustrial (1850-1900) y este 2024 será, posiblemente, más cálido.
La temperatura media anual del planeta el año pasado superó 1.45°C los niveles preindustriales. Esto, además de una barbaridad, se ubica apenas debajo del límite máximo de 1.5°C fijado por los Acuerdos de París (esas reuniones de líderes globales que no se ponen de acuerdo).
El año más caluroso jamás registrado había sido el 2016 con una temperatura de 1.29 °C por encima del promedio. Julio y agosto de 2023 fueron los dos meses más calurosos de que se tiene constancia. Los tapatíos lo vivimos en carne propia; el informe climático sólo nos lo confirma.
Las consecuencias del calentamiento global se reflejan en fenómenos climáticos extremos. El informe menciona al huracán “Otis” en Acapulco como un ejemplo: alcanzó la categoría 5 en cuestión de horas, “siendo una de las tasas de intensificación más rápidas de la era satelital”.
Sequía extrema. Inundaciones. Ciclones tropicales. Mayor concentración atmosférica de gases de efecto invernadero. Aumento de la temperatura de los océanos y acidificación de sus aguas. Deshielamiento de glaciares. Incendios forestales. Degradación ambiental.
La crisis climática además agrava las desigualdades. Genera inseguridad alimentaria, desplaza poblaciones, daña la salud. Los golpes de calor provocaron el año pasado 419 fallecimientos en México, 10 veces más que los registrados en 2022, según la Secretaría de Salud.
“En 2015, la probabilidad de que en algún momento puntual el calentamiento global superara en más de 1.5 °C los niveles preindustriales era casi nula, pero desde entonces esa probabilidad no ha dejado de aumentar”, acota el estudio de la OMM.
Esa predicción se hizo hace nueve años. Este 2024 podríamos llegar a ese récord negativo con el año más caluroso de la historia.
Me gustaría decirles que está en nuestras manos hacer algo. Pero soy pesimista. Creo que cualquier acción pequeña e individual es más un autolavado de conciencia que una acto para salvar el planeta. Sólo surtirán efecto políticas globales orientadas a cambiar un sistema que privilegia el consumo, la extracción y el lucro.
Sin embargo, les ofrezco otra perspectiva. Hace poco le planteé esta visión pesimista a Pablo Montaño, activista ambiental. Reconoció que reciclar un bote de plástico o andar en bicicleta no frenará la crisis climática. Hacer composta no detendrá a Shell, pero…
“Hay una frase que me gusta: ‘Piensa que tu revolución ganó. Vive como si eso hubiera pasado’. Entonces acercarte a la utopía ambiental no le hace daño a nadie”, me dijo Pablo. Es además un punto de partida para pasar del acto individual a la acción colectiva.
jonathan.lomeli@informador.com.mx