La caída de Gustavo Matosas
La revelación de una llamada telefónica que sostuvieron Gustavo Matosas, ahora ex entrenador del Atlético San Luis, y el representante de futbolistas Fernando Pavón, en el que se sugiere que el uruguayo se benefició de la transacción de su compatriota Matías Britos en 2012, es un reflejo de dos situaciones. La primera es general; que vuelven a salir a la luz casos de entrenadores que se benefician de los traspasos de futbolistas. La segunda es personal: el atestiguamiento de la decadencia de la carrera del propio Matosas.
La acusación no es ni será la última. Como ejemplo internacional, Sam Allardyce apenas duró 67 días en el banquillo de la Selección de Inglaterra, ya que una investigación encubierta del diario The Telegraph descubrió su involucramiento en una trama de corrupción en fichajes de futbolistas. Además, se habló de que el entrenador condicionaba los minutos de juego a sus futbolistas a firmar contratos con su agente, como acusó el futbolista inglés Ravel Morrison (ex jugador del Atlas) cuando ambos coincidieron en el West Ham. Posteriormente, The Telegraph señaló a ocho entrenadores más, con equipos en Premier League, de incurrir en prácticas similares, pero no reveló sus nombres.
También en México se han dado casos parecidos al de Matosas. En 2017, el mediocentro uruguayo Walter Gargano acusó a su entrenador en Monterrey, Antonio Mohamed, de hacerse pasar por representante de jugadores y quedarse con parte de su salario a cambio de garantizar titularidades. Ante el escándalo, el mundialista charrúa se retractó. Además, se ha hablado de la influencia que tienen algunos promotores en el futbol mexicano como Carlos Hurtado, quien ha sido acusado de hacer negocios con los traspasos de jugadores contando como aliados a diversos entrenadores como Manuel Lapuente, Luis Fernando Tena o José Luis Sánchez Solá.
La llamada que salió a la luz pública es otro golpe a la carrera como entrenador de Gustavo Matosas, quien después de su éxito en el León al ganar un bicampeonato de liga en 2013 con un futbol ofensivo, no ha logrado repetir aquel éxito a pesar de sus incursiones en América (donde ganó una Liga de Campeones de CONCACAF pero no dejó un recuerdo perdurable), Atlas, Estudiantes de La Plata, Cerro Porteño, Al-Hilal y la Selección de Costa Rica.
Creo que el uruguayo lleva años buscando a un nuevo León, sin encontrarlo. Ese éxito fulgurante se basó en el impulso motivacional que solo otorga el fracaso, la escasez y el anonimato, que aleja el aburrimiento en pos de la trascendencia. Su León bicampeón era la pandilla de los nerds relegados e impopulares, que llegaron a unirse en su reconocimiento de parias escolares. Luis Montes y Carlos Peña eran desechos del Pachuca, Magallón y Sabah, de Chivas. Juan José Vázquez, un contención anónimo que jugaba en la Segunda División con el Celaya. A Edwin Hernández o William Yarbrough nadie los hacía en el mundo. El ilustre Rafael Márquez venía de arrastrar el prestigio en Nueva York, y Mauro Boselli, de calentar bancas en Italia e Inglaterra. El mismo Matosas era un hombre despechado a quien un día el Querétaro le dijo “no eres tú, soy yo”.
Pero su nuevo fracaso en el Atlético San Luis, más las acusaciones de corrupción, han erosionado la figura de un técnico respetado pero que no logró sacarle algo positivo al aburrimiento que vive no desde Costa Rica sino desde su salida del León. También rescata la figura de Alfonso Sosa, un buen entrenador cuyos ascensos no le han redituado respeto, como pasó en 2004 con Dorados de Sinaloa, al prescindir del técnico que los ascendió (Juan Carlos “La Pájara” Chávez) por el entrenador costarricense Alexander Guimaraes; o en 2010, cuando despidieron sin motivos deportivos a Omar Arellano, quien ascendió al Necaxa, y lo sustituyeron por Daniel Brailovsky, quien sólo hundió al equipo hidrocálido en la tabla de porcentajes.