Ideas

La brevedad de la vida

¿Por qué nos empecinamos en complicarnos la existencia queriendo ser importantes? Asumimos que la relevancia de las personas es consecuencia de acumular dinero, riquezas, poder, influencia, popularidad y, en algunos casos, prestigio. Suponemos que la vida sólo se justifica a partir de que los demás te reconozcan, sepan quién eres; frecuentemente nos gana el ego y, en consecuencia, desestimamos lo realmente valioso y a los valiosos, a los que, con sentido de trascendencia, se involucran en la solución de los problemas de todos, a quienes con un compromiso solidario entregan lo mejor para hacer más habitable nuestro planeta, llámense filósofos, científicos, políticos, maestros, ministros religiosos o personas de bien que aprendieron a amar en plural.

Yuval Noah Harari, en su libro, “De animales a dioses”, consigna que la vida de un ser humano promedio, a la luz del tiempo cósmico (esto es, referenciado al origen del universo) es de apenas cinco segundos. Ahora bien, de acuerdo con el calendario gregoriano, el promedio de los mexicanos es de 78 años en las mujeres y 72 en los hombres. En cualquiera de los casos, salta a la vista la brevedad de nuestro paso por la Tierra. Si a la edad le restamos las horas de sueño, las dedicadas al trabajo, aseo, a tomar nuestros alimentos, los días de enfermedad y los de vacaciones y ocio, disponemos de muy poco tiempo para realizar actividades trascendentes.

Toda esta larga introducción para preguntarnos: ¿qué mundo estamos dejando a nuestros hijos? y ¿qué estamos haciendo para heredarles un futuro mejor, menos incierto? En términos generales, al ciudadano común no le gusta involucrarse en temas políticos: tiene la percepción de que esa actividad es desaseada, pecaminosa, por decir lo menos, evadiendo así su compromiso de participación, congruente con su naturaleza social. Cuando somos cuestionados por cuanto al desempeño de nuestras responsabilidades ciudadanas, siempre encontramos la forma de evadir el tema, derivando sobre terceros: el gobierno, los medios de comunicación, los empresarios, los sindicatos, los padres de familia, los maestros, los otros..., siempre encontramos a quién culpar y muy pocos aceptan que mejorar el lugar en el que vivimos es tarea de todos. ¡Claro! hay quienes son encargados de la conducción de la sociedad, para eso se les paga y se les otorga poder de decisión. El problema es que ante su frecuente incompetencia y ausencia de compromiso social –los funcionarios piensan que el gobierno se les entrega en propiedad y que no deben rendir cuentas a nadie–, el futuro se vuelve, incluso, más incierto.

Frente a esa realidad, valdría la pena que reflexionáramos qué estamos dispuestos a hacer por México. El presidente Kennedy expresó hace algunos años: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti; piensa que puedes hacer tú, por tu país”. La vida es de compromisos, quien no es capaz de asumirlos, poco vale. Una buena dosis de amor y de trabajo harán de México una mejor nación. Aprovechemos el tiempo: la brevedad de la vida nos exige actuar sin demora.

Eugenio Ruiz Orozco

eugeruo@hotmail.com

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