La batalla por las ciclovías
La ciclovía en la avenida Guadalupe ha desatado, una vez más, la discusión sobre el uso del espacio público y la movilidad. El principal argumento de los opositores a los carriles confinados para bicicletas es que reducen el espacio para la circulación de automóviles, lo que aumenta el tráfico y los tiempos de traslado de los automovilistas.
Lo primero que hay que decir, pero como es políticamente incorrecto jamás lo oirán de boca de un político, es que justamente de eso se trata, de quitarle preeminencia al automóvil para, en lo posible, desincentivar su uso. Pero no es un capricho ni una locura de la autoridades. Hoy por hoy la mayor parte del espacio público está destinado a las vialidades para automóviles, de cada 10 metros cuadrados de espacio público, entre siete y ocho se destinan para que los autos puedan moverse o estacionarse, cuando las personas que usan automóvil, de acuerdo con la última encuesta de Jalisco Cómo Vamos, son sólo tres de cada 10. La inequidad es sustancial, el mayor espacio y gasto público se hace en función de una minoría que tiene automóvil.
El mundo ya entendió que las ciudades del futuro deberán depender cada vez menos del automóvil
Un automóvil necesita entre cinco y seis metros cuadrados estando detenido, pero para circular, debe dejar espacios adelante y a los lados. Su necesidad de “espacio vital” es de alrededor de 12 metros cuadrados en embotellamiento, esto es a una velocidad de entre 10 y 15 kilómetros por hora. Si en promedio cada automóvil traslada a 1.2 personas podemos calcular que se requieren 10 metros cuadrados por persona que se traslada en automóvil. En ese espacio pueden circular perfectamente cinco bicicletas.
El segundo argumento de los automovilistas que están en contra de las ciclovías es que éstas deberían hacerse por las calles pequeñas y no por las avenidas que suelen ser las vías más directas entre un punto y otro. El argumento es igual de absurdo que los que piden que por seguridad de los peatones se hagan puentes peatonales. ¿Por qué las formas de movilidad que no tienen motor, el peatón y el ciclista, deben ser castigadas para no estorbar a los automovilistas? El argumento encierra en sí mismo una visión desigual del derecho a la ciudad: los que tenemos coche tenemos más derechos que el resto. Está demostrado que las vialidades de la ciudad se usan de manera desigual. Los automóviles suelen preferir las supuestas vías rápidas, con puentes y viaductos -que en hora pico son hermosos estacionamientos subterráneos- cuando el resto de la ciudad está prácticamente desocupada. Construir las ciclovías en las arterias principales tiene como objetivo hacer más fácil y directo posible el traslado en bicicleta. Los autos pueden perfectamente rodear y tomar otro camino, la ciudad está llena de calles en todas direcciones.
El mundo ya entendió que las ciudades del futuro, para que sean sustentables, deberán depender cada vez menos del automóvil y más del transporte público combinado con formas más eficientes y menos contaminantes de movilidad. Y ahí el automóvil lleva todas las de perder.
(diego.petersen@informador.com.mx)