Ideas

La atesorada juventud

En Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, El Salto, Tonalá y Tlajomulco habitan un millón 291 mil 729 jóvenes de entre 15 y 29 años, de acuerdo con el Censo 2020 del Inegi. Son la parte más representativa de la pirámide poblacional del Área Metropolitana de Guadalajara (AMG). Son, también, carne de discurso y objeto de la esperanza, sobre ellas y ellos montamos el fardo de ese futuro que suponemos será mejor, precisamente porque la juventud de hoy será su protagonista. Sin embargo, persiste la sospecha de que de esos jóvenes conocemos, a lo mucho, su edad, y los prejuicios con los que valoramos su estancia en el periodo de tiempo en el que ganan esa cualidad, la de jóvenes: que si están a merced de las tentaciones del dinero fácil que llega al pertenecer a las huestes del crimen; que si no aprecian los valores de sus antecesores; que están demasiado inmiscuidos en los artilugios electrónicos de la comunicación.

De ahí que Jalisco Cómo Vamos, junto con Corporativa de Fundaciones, decidiera levantar una encuesta para preguntar a una muestra representativa del AMG (1,200 casos), qué con sus vidas. Demoskópica hizo el trabajo metodológico y de campo. Las características principales del estudio son: la estratificación, podemos conocer el sentir de los encuestados según su nivel socioeconómico (bajo, medio, alto) y también de acuerdo con su contexto de residencia: fraccionamiento periurbano, barrio tradicional, colonia popular, zona residencial y fraccionamiento intraurbano (en la Nota Metodológica de la encuesta está la morfología de cada uno de estos estancos). Por supuesto, es posible hacer cruces con subgrupos etarios y por género.  El miércoles anterior se presentó la Parte I, con resultados sobre el bienestar subjetivo, es decir, el bienestar que los mismos jóvenes reportan, y sobre educación y empleo.

En cuanto a su felicidad y satisfacción con la vida, son altas, del uno al cinco, 4.4 en promedio. Durante estos días destacó en los medios que los jóvenes de estratos bajos declararan en mayor proporción que son muy felices (aunque en la suma de esa categoría con “algo felices”, fue el rango medio el que tuvo el porcentaje más alto); la sorpresa que esto provocó exhibe que solemos poner a la felicidad una carga no menor de valoración material. En la distinción entre hombres y mujeres, respecto a su felicidad, la diferencia es de seis décimas, a favor de los primeros; pero no es estéril atender otra: 3.4% de las mujeres dijeron ser poco felices, entre los varones fue 1.7. Mirada la satisfacción con la vida desde el entorno de residencia, es de notar que quienes habitan en un fraccionamiento periurbano la calificaron, en promedio, con 4.5, en tanto que quienes viven en uno intraurbano le pusieron 4.0; las viviendas en estos últimos conglomerados son, sobre todo, de interés social y las manzanas de su enclave son muy densas. En contraste, los encuestados en este tipo de contexto fueron los que con más intensidad reconocieron que la ciudad, Guadalajara, es propicia para que sean felices (en los barrios tradicionales no fueron tan animosos, 79.7 opinaron lo mismo).

La salud mental es un ángulo poco atendido. El estudio hace algunas aproximaciones. Al cuestionar a las y los jóvenes sobre qué tan satisfechos están con su vida afectiva y emocional, 45.3% contestó: muy satisfechos, casi uno de cada dos, nada mal, y para avivar el optimismo, 37.4% opinó que está algo satisfecho. Como solemos hacer con la atención superficial hacia aquello que luce problemático, podríamos dar vuelta a la página y exclamar: nada de qué preocuparse, sería un error: 6.7% reconocieron que están algo o nada satisfechos, 10.6% prefirió colocarse en: ni satisfecho ni insatisfecho, actitud que no es extraño decantar hacia lo negativo; en suma: 17.3% de las y los jóvenes con alguna dosis de desagrado con su vida, no es para desestimarse.

En cuanto a qué se dedican, en promedio 47.5% trabajan como empleados, 15.5% lo hacen por cuenta propia; 35.1% estudian y 15.6% se dedican al hogar. Y si creíamos que esta generación cambiaría ciertos modos, quizá no es tan así: 27.1% de las mujeres se dedican al hogar y 4.8% de los hombres. Si atendemos sus principales fuentes de ingresos, una de ellas, 19.5 de las mujeres reveló: mi pareja, en los hombres esta respuesta la dio 2.7% Por cierto, una opción para sus ingresos era: “una beca o fideicomiso”, 0.4% la tomó, por aquello de tener en cuenta los informes del presidente.

En el apartado “Educación”, se interrogó sí sabían o habían escuchado que en las escuelas o en sus inmediaciones se venden drogas, del estrato social alto, 36.7% reconoció que sí, 42% del medio y 44.4% del bajo. Con estos datos, y conociendo los domicilios de los planteles escolares, tal vez se podría dar con quienes mercan drogas, que seguramente además delinquen en otros rubros… en fin, no importa pasar por ilusos de cuando en cuando.

“¿Para qué cree que hay que estudiar?” La contestación mayoritaria fue: para tener un crecimiento personal, 54,6%; seguida de: para conseguir un buen trabajo, 24.1%; después, con poco más de 7% ambas, para ganar más dinero y para obtener un documento. Quienes conforman el estrato social alto se dijeron más satisfechos con la educación que han recibido, 44.9%, de quienes están en el bajo 35.1% comentaron lo mismo. De cualquier forma, la satisfacción que declaran es alta, y cómo no, si evalúan la educación que les dan privilegiando el ángulo del crecimiento personal.

Las y los jóvenes son reflejo de la sociedad en la que los insertamos, de la calidad de las instituciones que creamos y de los modos de relación que en el día a día, con el ejemplo, les enseñamos. Si para observarlos no nos valemos de sus opiniones, de sus pareceres y anhelos, serán vanos nuestros empeños por “dejarles un mundo mejor”, pura demagogia; pero si además pensamos que nuestras actitudes, de todo tipo, no los afectan, para bien y para mal, ya podemos menear la cabeza sentenciosamente: no tenemos remedio.

agustino20@gmail.com

Síguenos en

Temas

Sigue navegando