La adopción de los (ex) priistas
Con la bendición del Presidente Andrés Manuel López Obrador, la campaña presidencial de Claudia Sheinbaum Pardo acaba de concretar una adopción de ex priistas que contradice los postulados principales de la llamada Cuarta Transformación. Personajes como Eruviel Ávila, ex gobernador del Estado de México; Alejandro Murat, ex gobernador de Oaxaca (¿qué opinará su padre José Murat?) y el alcalde Adrián Ruvalcaba, anunciaron la creación de la asociación “Alianza Progresista” y se sumaron a la candidata del Presidente.
Después de años de escuchar en las mañaneras el “nosotros no somos iguales” y luego de las severas acusaciones contra el PRIAN que sostuvo la nefasta etapa del neoliberalismo, es cuando menos irónico escuchar del Mandatario López Obrador que “todas las alianzas son buenas” si tiene como objetivo el bien ciudadano (¿?).
De carcajada resulta el discurso de Alejandro Murat, que recorrió varias ciudades del país presentándose como aspirante a la candidatura presidencial por el que entonces estaba bautizado como Frente Nacional por México. Aquí, en Guadalajara, al entrevistarlo, le escuché argumentos que defendían un proyecto político que detuviera las consecuencias del Gobierno encabezado por Morena y el actual Presidente.
Se consideraba a sí mismo un perfil capaz de representar las causas ciudadanas convocadas por la coalición del PAN, el PRI y el PRD, y a pesar de la evidente genuflexión de su gestión como mandatario ante el Gobierno de López Obrador, promovió un proyecto político que pusiera un dique al control de la Cámara de Diputados.
Cuando tuvo constancia de que su proyecto personal no tenía oportunidad, sencillamente abandonó al Frente. Pragmatismo puro.
En tanto, Eruviel Ávila, uno de los alfiles del conocido Grupo Atlacomulco, también se presentó como integrante de la “Alianza Progresista” y con naturalidad, se sumó al anuncio de apoyo a la candidatura de Claudia Sheinbaum, y no sólo eso, sino que también presenta el discurso en el que no tienen ningún interés en ocupar cargos públicos o tener candidaturas, porque su preocupación principal es el proyecto de nación y su desacuerdo con la derecha que representa el Partido Acción Nacional.
Un discurso político así compuesto naturalmente es poco creíble, pero cuando la precandidata de Morena y sus aliados en Jalisco, Claudia Delgadillo, también invitan a cuadros priistas para apoyar su campaña, la duda evidente es el proyecto de Gobierno de la 4T.
Literal: ¿Dónde está la diferencia entre el partido en el gobierno y los partidos “de antes” a los que tanto se condena desde los púlpitos cuatroteístas?
Si Claudia Sheinbaum suma a personajes como Ávila o Murat, si el Presidente premia a ex gobernadores del PRI con embajadas en diferentes partes el mudo, ¿en dónde está la transformación?
Ni los ex priistas que ahora se refugian con Sheinbaum representan totalmente a su partido, ni los morenistas más “puros” pueden evitar que el partido fundado por López Obrador detenga la migración de los neoliberales a sus filas. Ante estos eventos adquiere más relevancia el discurso del presidente municipal de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, quien recientemente reconoció que hay personas valiosas en todos los partidos y también hay militantes condenables en las filas en Movimiento Ciudadano. Lo que importa no es la militancia, sino el comportamiento de las personas y el desempeño de los funcionarios.
Ya aburren los discursos puritanos y falsos. Los problemas que en teoría deben resolver quienes ocupan cargos públicos, de acuerdo con sus facultades y competencia, no necesitan una militancia política a prueba de fidelidades; requieren conocimiento técnico y respeto a la legislación para entregar resultados a la ciudadanía.
Lo demás, es lo de siempre, aunque ahora los perdone el Presidente.